Tres tips fáciles para vivir de manera más sostenible

Tres tips fáciles para vivir de manera más sostenible

Los cuentos clásicos infantiles suelen tener varias versiones, pues se van adaptando y cambiando a medida que van pasando entre generaciones. En la versión que yo recuerdo de Caperucita Roja, el lobo la desafía a una carrera diciéndole que le va a dejar a ella el camino más fácil… pero realmente le señala un camino más largo, para así poder él llegar antes a comerse a la abuela y a ponerse su piyama para engañar a la niña.

Cuando pienso en esa versión del cuento, siempre me pregunto cómo habría sido la historia si Caperucita no se hubiera dejado engañar con la idea del camino fácil. Me surgen, claro, otras preguntas: ¿cómo es posible que un lobo se haya tragado entera a una persona? ¿era un lobo, o una anaconda? ¿Por qué el malo de la historia es el pobre animal, y no el cazador? ¿Qué tipo de educación recibió Caperucita, que le impidió sospechar ante la imagen de un lobo vestido de abuela? En fin. Podría quedarme toda la tarde desmenuzándolo, pero hoy quiero que nos enfoquemos solamente en eso que dije más arriba: el nudo del cuento empieza en el momento en el que Caperucita se rinde ante la comodidad y —haciéndole caso un desconocido— decide tomar un supuesto atajo.

El cuento sería completamente diferente si ella hubiera seguido las instrucciones de su mamá, que seguramente era una mujer muy sensata y que sabía que los atajos no siempre son convenientes. Entre otras cosas, al lobo no le habrían llenado la barriga con piedras al terminar el cuento (¡qué cosa más sádica!) así que tendríamos un final más feliz.

 

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El atajo es algo en lo que pienso con cierta frecuencia, particularmente cuando alguien me pide que comparta algo así como “tres tips fáciles para vivir de manera más sostenible”. Me quedo semi-paralizada… yo sé que este es un asunto enorme y que tres tips fáciles nunca serán suficientes. Y también me surgen algunas preguntas: ¿cómo puedo dar tips fáciles para lograr una cosa que es TAN compleja? ¿Será que voy a asustar a las personas potencialmente interesadas en la sostenibilidad si soy 100% sincera y digo abiertamente que esta no es una tarea sencilla? ¿Por qué me siguen preguntando lo mismo, una y otra vez? ¿Cuál es la fijación que tenemos con los tres tips fáciles?

Creo que lo que esperan cuando me hacen preguntas de ese tipo es que yo diga algo así como “usa tu propia bolsa reutilizable, muévete en bici y dile no al plástico de un solo uso”. Y sí, esas son cosas válidas que efectivamente están relacionadas con un estilo de vida más sostenible, pero son tan genéricas que creo que ya han perdido un poco su significado; y en todo caso, si esas tres cosas fueran TAN fáciles pues entonces ya no veríamos bolsas desechables, viviríamos en ciudades donde el transporte en bici es la norma, y habríamos resuelto ya el problema de la contaminación generada por el plástico. Ese —claramente— no es el caso; o sea, esos tres tips fáciles ni siquiera son tan fáciles.

 

Lo que pasa con el camino fácil (y lo que tal vez explica por qué Caperucita hizo lo que hizo y por qué sigo recibiendo la misma pregunta) es que es naturalmente atractivo: si tenemos varios caminos para llegar a algún lado, tiene sentido que elijamos el que nos lleva en menor tiempo y con menor esfuerzo, porque eso significa que estamos optimizando nuestros recursos y estamos eligiendo la opción más eficiente.El problema es que, cuando hablamos de sostenibilidad, los atajos y los caminos fáciles no existen, o por lo menos no son como los pintan.

 

Por ejemplo, dejar de usar bolsas desechables es relativamente fácil, pero no es suficiente para resolver el problema de fondo, que es el hecho de que hayamos normalizado el uso de recursos para fabricar cosas de usar y tirar. Transportarnos en bici puede ser fácil, pero no va a ser una opción realmente viable a menos que re-pensemos muchas cosas de la manera en la que habitamos las ciudades, y cómo planeamos el crecimiento de las mismas. Evitar el plástico de un solo uso puede ser más o menos fácil, pero si simplemente lo reemplazamos por otro material sin reflexionar sobre cuál es el verdadero origen del asunto, lo único que logramos es cambiar un problema por otro, que incluso podría ser peor que el problema inicial.

Los tres tips fáciles parecen ser un atajo, pero la verdad es que detrás de cada uno de ellos hay realidades que son complejas, que tienen que ver con el contexto económico, político y social, y también con asuntos psicológicos, emocionales, etc. Es decir: no son parte de un camino fácil, sino simplemente otro punto de entrada a un camino que es más largo, y también más complejo… un camino que creo que es necesario que dejemos de evitar.

 

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En mi propia búsqueda sobre cuáles son las mejores maneras de promover estilos de vida más sostenibles, he llegado a la conclusión—al menos por ahora—de que es esencial dejar de mostrar este proceso como si se tratara de otro camino fácil. Por un lado, porque creo que cuanto más fácil es una tarea, es menos probable que reflexionemos sobre ella o que siquiera la recordemos… por eso hay tantas personas que han oído ochocientas mil veces los tres tips fáciles, pero todavía no los aplican.

Por otro lado, porque creo que la narrativa del camino fácil es (sobre todo en este contexto) un producto del pensamiento comercial, y creo que nos merecemos más que eso.

 

Creo que somos seres maravillosos, inteligentes y sensibles, y que tenemos no sólo la capacidad sino el genuino interés de aprender a vivir de manera más sostenible… pero, en términos generales, no tenemos información suficiente para hacerlo o, cuando la tenemos, no sabemos bien cómo navegarla. Por eso creo que tiene mucho más sentido que hablemos abiertamente de la complejidad del asunto, y que nos motivemos, colectivamente, a enfrentarnos con valentía, curiosidad y creatividad a esa complejidad.

 

Creo que es necesario que empecemos, entre todas/os, a construir otra narrativa, una en la que los problemas del mundo no se muestren como una película de terror (aunque lo parezcan) sino como una serie de asuntos que se interconectan y generan situaciones complejas, que pueden —¡y deben!— abordarse desde diferentes frentes. Una narrativa en la que las soluciones dejen de mostrarse como si dependieran de tres tips fáciles, y empiecen a mostrarse como lo que realmente son: esfuerzos mejor coordinados y constantes que, aunque a veces parezcan pequeños, van sumando, tejiéndose también con otros esfuerzos para generar una red que sea tan grande y tan compleja como los problemas que pretendemos resolver.

Es decir, tenemos que evitar caer en la trampa de Caperucita, y darnos cuenta que el atajo no es realmente un atajo. Que para vivir de manera más sostenible no bastan tres tips fáciles, porque la sostenibilidad no viene pre-empaquetada / versión para microondas / lista para consumir. Ese camino fácil es precisamente el que nos trajo hasta aquí, hasta este punto, donde todo es confuso y hay un pobre lobo con la barriga llena de piedras, y un cazador sádico que es el héroe de la historia. En este final de cuento nada tiene sentido.

 

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Las bolsas desechables son el camino fácil, porque nos ahorran la tarea de hacer el “camino largo” que implica planear un poco y tener una bolsa reutilizable a la mano. Los alimentos procesados y sobre-empacados son el camino fácil, porque nos ahorran el “camino largo” que implica preparar comida en casa y pensar en maneras eficientes de almacenarla y transportarla. La moda rápida es el camino fácil, que nos ahorra el “camino largo” que implica reflexionar sobre nuestro propio estilo y aprender a vestirnos con piezas durables y versátiles. La solución a esos, y a todos los otros problemas, no está en el camino fácil que nos muestran las listas de tips fáciles; está, por definición, en un camino que requiere que tengamos la disposición de enfrentarnos con ideas mucho más complejas… y sí, también con un poco de —o mucha— incomodidad.

Por supuesto, lo que quiero decir no es que los tres tips fáciles sean inútiles, ni que tengamos que buscar el camino más difícil para que este proceso tenga sentido. Lo que quiero decir es que si seguimos buscando sólo las opciones fáciles no vamos a llegar a ningún lado. Cuando buscamos caminos fáciles para “cambiar el mundo” estamos cayendo exactamente en el mismo tipo de comportamiento que ha generado los problemas ambientales y sociales a los que nos estamos enfrentando. Que no se nos olvide: estamos como estamos, en parte, porque colectivamente nos hemos empeñado en hacer que todo sea cómodo, fácil y rápido. Difícilmente vamos a salir de esta crisis si mantenemos el mismo tipo de pensamiento que nos trajo aquí en primer lugar.

Como te habrás dado cuenta, el título de la publicación era una trampa. No hay tres tips fáciles, o por lo menos no son como normalmente los pintan. Aquí van mis tres tips, que tal vez no son fáciles pero son necesarios. Deberían ser muchos más, claro, porque esto no se puede reducir a tres cosas… pero creo que este es un buen punto de partida:

 

  1. Salir de la zona de confort. Es necesario que dejemos de buscar sólo lo que se nos acomoda y lo que no nos “talla”, y que empecemos a enfrentar realidades que nos van a romper un poco el corazón… pero que tenemos que aprender a mirar de frente si es que queremos empezar a resolverlas.
  2. Permitirnos ser sensibles. La sensibilidad no es un defecto. De hecho, me parece que es una de las más grandes fortalezas que puede tener una persona cuando se pone a la tarea de “cambiar el mundo”.
  3. Permitirnos, también, ser valientes. Sin valentía no nos quedaría más remedio que acurrucarnos a esperar a que alguien más resuelva las crisis ambientales y sociales a las que nos enfrentamos. La solución no está solo en manos de otras personas, sino de todas las personas. Y eso te incluye.