Soy vegana

(ya no) soy vegana

Sé que este tema mueve emociones intensas, así que (especialmente si te identificas como “veganx”) te invito a que leas este texto con apertura y curiosidad, sin el afán de “corregirme” o “cancelarme” y reconociendo que mi intención no es compartir una verdad universal sino simplemente mi proceso y mi experiencia personal.

Vamos al grano: decidí que no voy a seguir usando la palabra “vegana” para describir mi experiencia o mi postura ética o mi visión del mundo o mi relación con los otros animales. Aquí quiero compartir al menos un poco del proceso que me llevó a tomar esa decisión, pero me parece importante señalar que este es un tema complejo y que inevitablemente este texto se va a quedar corto —paradójicamente, siendo tan largo—, porque la complejidad de la vida no cabrá jamás en una publicación de blog.

Usé la etiqueta “vegana” durante casi ocho años, escribí sobre mi proceso de “veganización” más de una vez, hablé de eso en entrevistas y podcasts, hice múltiples publicaciones en este blog y en Instagram sobre el tema e incluso creé dos cursos online (uno de ellos gratuito y todavía activo, en el que se han apuntado casi 20.000 personas) con el objetivo de ayudar a otras personas a ver la transición a una alimentación con más plantas y menos animales (nótese que el título no menciona el veganismo. Esa fue una decisión consciente y deliberada) como algo más comprensible, más posible, más cercano y, sobre todo, como algo total y profundamente conectado con el proceso de cuidar la Tierra.

Todo lo que he escrito y compartido sobre este tema ha surgido de lo que honestamente he creído y he sentido en esos momentos. He compartido de manera tan sincera y tan responsable como he sido capaz aquello que he sentido que refleja de manera más sincera y más responsable lo que estoy aprendiendo. Todo eso —bueno, casi todo eso, ya voy a entrar en detalles— sigue teniendo sentido para mí.

Deseo que esto quede claro:

  • Me sigue pareciendo necesario que, quienes podemos hacerlo, observemos, cuestionemos y adaptemos nuestros hábitos alimenticios para que sean tan cuidadosos con los otros animales y con la Tierra como sea posible.
  • Me sigue pareciendo necesario que dejemos de tratar a otros animales (seres sensibles, sintientes, inteligentes, creativos y maravillosos como nosotros) como si fueran máquinas que no merecen ninguna consideración ética.
  • Me sigue pareciendo necesario el trabajo de quienes se dedican a registrar y difundir los horrores a los que sometemos a otros animales para comer sus partes, porque me sigue pareciendo necesario que sepamos qué hay detrás de esos productos que convenientemente compramos cuando ya no sangran ni chillan.
  • Me sigue pareciendo necesario que consideremos que comer es un acto político, y que nos hagamos preguntas sobre cómo comemos y por qué comemos lo que comemos, y por qué hay tantas personas que no tienen suficiente para comer y por lo tanto no pueden ni remotamente plantearse estas preguntas.
  • Además, sigue siendo cierto que toda la evidencia disponible apunta a que necesitamos reducir drásticamente el consumo de productos de origen animal si es que queremos que la vida como la conocemos pueda seguir existiendo, y si queremos que la Tierra siga siendo el paraíso diverso y habitable que ha sido hasta ahora. Así que me sigue pareciendo necesario que nos esforcemos por hacer transiciones hacia hábitos alimenticios con más plantas y menos animales, y que hagamos lo que esté en nuestras manos por facilitar ese proceso a otras personas.

Sin embargo, dentro de toda la complejidad de ese panorama, el veganismo dejó de tener sentido para mí. No estoy diciendo “me parece que el veganismo no tiene sentido como ideología para nadie”, sino “siento que el veganismo ya no me funciona como ideología a mí, personalmente, como individua, y ya no quiero denominarme ‘vegana’ pues siento que esa postura ya no funciona para el tipo de relación con la Tierra que quiero cultivar y promover”.

A continuación comparto los tres principales motivos por los que siento que el veganismo ya no tiene sentido para mí. Este tema (y todo lo que me despierta emocionalmente) da para mucho más que tres puntos, pero con el objetivo de ser más concreta y más concisa me enfocaré en los tres motivos que siento que mejor sintetizan mi proceso de reflexión.

Antes de empezar me parece necesario hacer algunas aclaraciones adicionales:

  • Contrario a lo que muchas personas piensan, “los veganos” no son un grupo homogéneo de personas que piensan igual o que se comportan igual. Hay tantas visiones y experiencias del veganismo como veganos hay en el mundo, así que lo que voy a decir a continuación no pretende ser un juicio a quienes practican el veganismo, ni pretende ser un resumen de “lo que está mal” con el veganismo, ni busca ser una guía universal para cuestionar el veganismo ni nada parecido.
  • Aunque mi visión haya cambiado, y aunque ya no quiera seguir usando esa palabra para definir mi postura o mis prácticas, el veganismo sigue siendo un asunto cercano a mi corazón y sigo teniendo personas que eligen denominarse veganas a mi alrededor (y en el mundo) a quienes admiro y respeto, y cuyas posturas y prácticas siguen siendo para mí grandes fuentes de aprendizaje.
  • El objetivo de este texto no es tratar de convencer a nadie de que deje de identificarse como veganx, simplemente quiero contar por qué decidí que yo ya no quiero hacerlo más.
  • Con este texto no estoy pidiendo permiso, ni tampoco estoy buscando que todas las personas que lo lean estén de acuerdo conmigo. Si no estás de acuerdo con lo que lees, no pasa nada. Si mi postura te parece incomprensible, no pasa nada. No tienes que estar de acuerdo con todo lo que digo o pienso para poder seguir relacionándote con mi trabajo y con lo que comparto, pero si lo que vas a leer a continuación te hace sentir que ya no quieres saber nada de mí, pues estás en tu derecho de tomar distancia, y en ese caso te deseo todo lo mejor :-)
  • Si al leer este texto sientes mucha rabia, te pido que reconozcas que tu rabia es tuya y que yo no la puedo resolver, y que desahogar tu rabia conmigo no va a traer justicia al mundo ni va a ayudar a los animales de ninguna manera. Lo que comparto aquí no es algo que se me ocurrió ayer, sino una postura que viene madurando desde hace años y que sigue en proceso de evolución. Enviarme mensajes hostiles sería una manera muy poco eficiente de usar tu tiempo y tu energía si lo que realmente quieres es beneficiar a los otros animales. Si sientes que la rabia te supera, te invito a que pares de leer y vayas a hacer otra cosa.

 

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Para dar contexto, creo que vale la pena hacer una revisión de la que puede considerarse como la definición “oficial” del veganismo: es “una filosofía y una forma de vida que busca excluir —tanto como sea posible y práctico— todas las formas de explotación y crueldad hacia los animales para la alimentación, la vestimenta o cualquier otro propósito; y por extensión, promueve el desarrollo y el uso de alternativas libres de animales para el beneficio de los animales, los humanos y el medio ambiente”. 

Por supuesto, lo que es “posible y práctico” en Los Ángeles o en Berlín no es lo mismo que es “posible y práctico” en Medellín, en Lima, en Nuquí o en Kulusuk, y lo que es “posible y práctico” para una persona de clase media-alta con una vida urbana que compra toda su comida en un supermercado no es lo mismo que es “posible y práctico” para una persona de origen campesino que vive a varios kilómetros de la cabecera municipal y cultiva sus propios alimentos y cría a sus propios animales.

En esa definición se habla del beneficio “de los animales, los humanos y el medio ambiente”. Es decir: es necesario reconocer que los animales a los que se quiere beneficiar a través del veganismo no viven en el vacío espacio-temporal, sino que forman parte —junto a nosotros— de una Tierra maltratada y explotada por un sistema insostenible, y si queremos beneficiar a los animales necesitamos pensar en términos más complejos y considerar el contexto más amplio de los ecosistemas que sostienen las vidas de esos animales —y las nuestras—, y que hacen que esas vidas sean dignas de ser vividas. O, dicho de otra manera, la pregunta sobre cómo buscamos evitar la explotación y la crueldad hacia los otros animales incluye la pregunta de si forman o no parte de nuestra alimentación de manera directa, pero no se detiene ahí: se necesitan también muchas otras preguntas.

Eso es algo que sé que para muchos veganos está claro. La mayoría de mis amigxs veganxs son personas con las que he disfrutado largas conversaciones en las que nadie está huyendo de la complejidad de este tema y en las que hemos estado abiertxs a considerar nuestras propias “incoherencias” e inevitables contradicciones y limitaciones.

He tenido la dicha de conocer personas veganas que, como yo, procuran alejarse de posturas puristas, que entienden que lo “posible y práctico” depende del contexto, que entienden que el veganismo es un medio y no un fin y, por lo tanto, no se trata de obsesionarnos con hacer todo perfecto para ganarnos una medalla imaginaria al veganismo, sino que se trata de hacer lo mejor que podamos dentro de las posibilidades de cada contexto para lograr el objetivo de fondo, que es reconocer que los otros animales son fines en sí mismos, que no existen para nuestro bienestar o para nuestra diversión y que podemos tener relaciones más cuidadosas y respetuosas con ellos.

Sin embargo, en el veganismo (como tantos otros movimientos) también se encuentran posturas puristas (que no es lo mismo que radicales, ojo), sobresimplificaciones, excesivo deseo de encajar en descripciones identitarias “perfectas”, dificultad para flexibilizar y adaptar los discursos, desconocimiento de las complejidades de contextos diferentes al propio, discursos confusos y con mucha rabia y dolor (comprensibles, claro) que se evidencian en procesos de comunicación violentos¹ y en prácticas hostilidad horizontal.

1. Por ejemplo, como cuentan en este artículo de The Guardian, Tommy Kelly fue tachado de “asesino” y recibió amenazas de muerte por haber reintroducido productos de origen animal en su alimentación. Y no es un caso aislado…

 

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De ahí se desprende uno de los motivos por los cuales denominarme “vegana” ha dejado de tener sentido para mí:

1. He notado que el veganismo suele llevarnos a enfocarnos más en las vidas de las personas (en si son o no veganas, o qué tan “pura” es su práctica del veganismo) que en las vidas de los animales (a quienes no les beneficia nuestra pureza, sino nuestra eficiencia en desarrollar cambios colectivos y sistémicos)

Esto se intensifica inevitablemente en un sistema como este, caracterizado por el excesivo enfoque en lo individual y por la tendencia a ver el mundo en términos binarios: bueno / malo, héroe / villano, aliado / enemigo. Por otro lado, está también la influencia de las plataformas a las que denominamos “redes sociales”, que son muy limitadas para abordar temas tan complejos como este, y que premian la sobresimplificación motivando a sus usuarios a crear contenidos fácilmente consumibles y potencialmente viralizables, lo que termina inflamando ese enfoque en la “pureza” de las personas (¡es muy viralizable señalar enemigos y armar pelea!) por encima del enfoque en las complejidades de nuestra relación con los otros animales y en maneras efectivas de cuestionarla y transformarla.

He visto con mucho pesar como muchas personas se desgañitan en los comentarios de publicaciones de celebridades que, por ejemplo, decidieron dejar de ser veganas, reclamándoles por su falta de compromiso o de coherencia, desconociendo las complejidades de las situaciones que llevaron a esas personas a tomar esas decisiones, y haciendo como si la situación a la que nos enfrentamos —la explotación sistemática y masiva a miles de millones de animales por parte de un sistema que se conecta no solo con nuestra alimentación sino con todo lo que hacemos— dependiera directa y únicamente de la actitud individual de X persona famosa.

También he visto cómo muchas personas pierden su preciosa y limitada energía tratando de encontrar opciones veganas para absolutamente todo (durante un tiempo fui una de esas personas), tratando de alcanzar un veganismo tan “puro” como esté a su alcance, cuando la verdad es que hay maneras más eficientes de reducir nuestra huella ecológica y nuestro impacto negativo en las vidas de otros animales… y cuando la otra verdad —la más incómoda— es que por más “puros” que seamos como individuos siempre habrá un panorama mayor, más complejo, que depende de cambios colectivos que pueden moverse de manera mucho más rápida y más eficiente si soltamos esas exigencias de pureza y perfección.

A mí no me interesa ser “pura”, no solo porque sé que eso no es lo que los animales necesitan (ni lo que la Tierra necesita), sino porque sé que es imposible. El mundo es demasiado complejo y las contradicciones y las incoherencias son parte inevitable —y profundamente enriquecedora— de la vida.

Tampoco me interesa ser policía del comportamiento de otras personas, y no me parece que sea útil ni constructivo estar mirando con lupa a cada veganx que se cruza en mi camino para ver si sus zapatos tienen cuero, o para ver si tiene un suéter de lana o si algún día su vida lo lleva a una situación en la que lo que lo “posible y práctico” para esa persona es comer algún producto de origen animal.

Tampoco me interesa ser el objeto de esa observación obsesiva (más bien: me cansé de ser el objeto de esa observación obsesiva²). Perdí la cuenta de la cantidad de veces en que he recibido mensajes de personas que no conozco y que me escriben, por ejemplo, para señalar que vieron que puse una foto en la que se ve que mis zapatos son de una marca X que a veces usa cuero y por lo tanto “no soy vegana de verdad”. Perdí la cuenta de cuántas veces perdí energía y paz mental y posibilidades de responder con mayor sensatez a la realidad del contexto por estar tratando de “mantenerme vegana”. Perdí la cuenta de cuántas veces me escribieron personas que empezaban por disculparse por no ser veganxs, como dando por hecho que no ser veganxs les quita derecho a preocuparse por las vidas de otros animales o por el cuidado de la Tierra.

2. Al respecto de este punto, recomiendo este texto de The Animalist, que siento que expresa claramente algunas de las cosas que siento.

Insisto: lo que la Tierra y los otros animales necesitan de nosotrxs no es pureza. A la Tierra y a los otros animales les da lo mismo si somos veganxs o no. Hay veganxs que se han quedado satisfechos con serle fieles a esa etiqueta y nunca han movido un dedo para nutrir procesos de cambio colectivo, y hay personas que comen animales que literalmente ponen en riesgo su propia vida por defender territorios, incluyendo a los animales que los conforman. El panorama no es tan simple como ser o no ser veganx.

Yo quiero seguir buscando que mis hábitos reflejen el amor que siento por los otros animales, por todos los seres vivos y por la Tierra en general, pero decidí que ya no quiero que eso no exista bajo el nombre de “veganismo”, porque siento que mi interés por los animales y los seres vivos y la Tierra requiere más enfoque en los animales y los seres vivos y la Tierra y menos enfoque en nosotros como individuos, en cómo nos etiquetamos o en qué tan “pura” es nuestra práctica.

3. Me gusta mucho lo que propone Tobias Leenaert al sugerir que “invitemos a la gente a comer vegano, a tener comidas veganas, a probar productos veganos, más que a hacerse veganxs o adherirse al veganismo”.

 

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Eso se conecta con otro de los motivos por los que el veganismo ha dejado de tener sentido para mí:

2. Preguntarnos sobre nuestros hábitos alimenticios es esencial para observar, ajustar y regenerar nuestra relación con la Tierra… y creo que es necesario reconocer que el asunto no es tan sencillo como “simplemente” dejar de comer animales

Aunque reducir considerablemente el consumo de productos de origen animal es un paso esencial para reducir nuestra huella ecológica y para posibilitar una verdadera convivencia entre la humanidad y el resto del mundo vivo, la verdad es que dejar de comer animales tampoco es que sea LA fórmula infalible para vivir de manera más sostenible.

Hay muchas maneras en las que lo que comemos (también lo que comen las personas veganas, incluso las que se esfuerzan por ser más “puras”) promueve de manera directa o indirecta la destrucción de los ecosistemas que sostienen y posibilitan las vidas de millones de especies de animales, generando mucho sufrimiento. Eso no pasa por maldad ni por falta de compromiso o de interés, sino porque los sistemas alimentarios de los que dependemos son en gran medida injustos e insostenibles, no solo por el consumo de productos de origen animal sino por el consumo de todo lo que hemos aprendido a ver como “recursos” (incluyendo la energía fósil necesaria para la cosecha y el transporte de esos alimentos, por ejemplo) y en general por la manera en la que en este sistema se concibe al resto de la naturaleza: como un montón de cosas que valen o no valen de acuerdo a si consideramos que nos sirven o no nos sirven.

Cuando centramos la conversación en si alguien es o no es vegano, podemos caer fácilmente en la trampa de pensar que esa es la única pregunta que necesitamos, que ahí está todo lo que hay que saber para entender el compromiso de esa persona con el bienestar de otros animales y con la salud de la Tierra. Y ese no es el caso.

Está clarísimo que necesitamos reducir drásticamente el consumo de productos de origen animal. Pero si realmente queremos aprender a alimentarnos de maneras que sean respetuosas con la vida en la Tierra, necesitamos hacernos también otras preguntas: ¿de dónde viene eso que estoy comiendo? ¿Qué tan procesado está? ¿Cuánta energía demandó su producción? ¿Cómo fue cultivado? ¿Cómo está empacado? ¿Qué tipo de sistema alimentario promueve? ¿Cómo impacta mi salud y la salud de otros humanos? ¿Cómo impactó los ecosistemas que se conectan con su producción? ¿Cómo impactó las vidas de los animales que forman parte de esos ecosistemas?

En algunos casos el proceso de hacernos preguntas sobre lo que comemos nos puede llevar a decidir evitar los productos de origen animal. Pero en otros casos es posible que lo más sensato, lo más responsable y lo más sostenible (o sea, lo que más beneficia a la larga a más animales) sea consumir algún producto de origen animal… y me parece necesario que aprendamos a navegar esa complejidad y esa incomodidad, en lugar de cerrarnos a mantener una supuesta pureza que ignora las necesidades de cada contexto y de cada situación.

Las preguntas en torno a lo que comemos y cómo eso se relaciona con la salud de la Tierra (y por lo tanto con el bienestar de los otros animales) son múltiples y complejas y con frecuencia  se sienten francamente contradictorias. Creo que una actitud realmente cuidadosa implica flexibilidad y adaptación y decisiones que trascienden la lógica binaria de veganx / no veganx.

 

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El tercer motivo que quiero compartir es posiblemente el más importante para mí. Me ha ayudado a ver mi relación con los otros animales de otra manera, y me ha ayudado a reconciliarme con los humanos como especie:

3. Creo que es posible tener relaciones con otros animales en las que hay mutuo beneficio, y en las que ese mutuo beneficio no tiene por qué entenderse como explotación

Creo que la manera más sencilla de explicar este punto es a partir de una situación puntual que me ayudó a mí a verlo desde otra perspectiva:

Uno de los proyectos que apoyo a través de Patreon es un santuario para animales que antes fueron explotados para beneficio humano. Cuando digo “explotados” me refiero a que eran animales que tenían vidas miserables, sin ver el sol y sin tocar la tierra, comiendo cosas ultraprocesadas y siendo inyectados con antibióticos para que pudieran sobrevivir de alguna manera a toda la porquería sobre la que tenían que vivir. En ese santuario rescatan animales que han tenido vidas de ese tipo y les brindan el espacio y las condiciones para que puedan desarrollar el resto de sus vidas siendo animales, tocando la tierra, tomando el sol, comiendo pasto o repollos o zanahorias lo que sea, jugando y pasando tiempo con otros animales, recibiendo caricias y básicamente teniendo vidas dignas de ser vividas.

En uno de los reportes que compartieron hace tiempo, contaron que pasaron el día esquilando las ovejas. Y fueron muy enfáticos en que lo que iban a hacer con la lana era compostarla.

Desde la perspectiva del veganismo (en su enfoque más purista) esto tiene sentido: la lana no fue hecha para los humanos así que los humanos tienen por qué utilizarla. Sin embargo, las ovejas de esta historia particular están teniendo vidas ricas y llenas de amor en gran medida gracias a un grupo de humanos que están dándolo todo por cuidarlas, y la lana que su milagroso cuerpo hizo posible podría haber sido utilizada por esos humanos (o por otros animales del santuario) sin que eso tenga por qué considerarse explotación. Cuando vi esa historia pensé: ¿no sería muy lindo que esas personas pudieran hacerse un suéter (o una cobija para uno de los perros, para quienes definitivamente quieran dejar a los humanos por fuera) con la lana de unas ovejas que viven rodeadas de tanto cuidado y amor? ¿Por qué compostar un material tan valioso? ¿No tiene sentido aplicar una lógica diferente en este contexto, que es tan diferente?

Otro ejemplo: el año pasado tuvimos una conversación online sobre “ser o no ser veganx”, en la que una de las participantes nos contó parte de su experiencia. Nos contó que ella y su familia son de origen campesino, que tienen una finca y cultivos y animales. Nos contó que, debido a lo que ha aprendido sobre las vidas de otros animales y sobre la crisis ecológica, decidió ser vegetariana. Nos contó también que, en sus búsquedas para aprender más, encontró muchos argumentos a favor del veganismo en los que se hablaba de la explotación a las gallinas para obtener sus huevos… y nos contó, entonces, que ella ama a sus gallinas, que su vida cotidiana en buena parte está dedicada a cuidarlas y que ella siente que eso no es explotación. Y yo estoy de acuerdo con ella. (Sé que el problema con los huevos no es solamente el trato a las gallinas sino el hecho de que sus cuerpos han sufrido modificaciones para ser más “productivas”. Eso es  un problema sistémico que no se resuelve “simplemente” dejando de comer huevos, y eso se suma mi punto de que este asunto es complejo y no puede reducirse a binarios “veganx / no veganx”).

Por supuesto, sé que estoy hablando de situaciones excepcionales. La mayoría de la lana que se usa para fabricar prendas de vestir no viene de ovejas que viven felices en santuarios, y la mayoría de los huevos que se usan para alimentar a los humanos no vienen de gallinas cuidadas por mujeres sensibles y amorosas como la protagonista del párrafo anterior, así que estos ejemplos no pueden traducirse de manera directa a otras relaciones de otras ovejas y otras gallinas con otros humanos.

Pero que no pueda traducirse a todas las situaciones no significa que entonces la única otra opción sea negar que esas posibilidades —aunque escasas— existen… y ahí retomo algo que mencioné más arriba: me parece necesario que aprendamos a navegar la complejidad, en lugar de cerrarnos a mantener una supuesta pureza que ignora las particularidades de cada contexto y de cada situación.

Los humanos también somos animales, y así como las ovejas y las gallinas y las vacas y los perros y las moscas, también formamos parte de la Tierra. No somos alienígenas que vinieron a destruir todo: somos uno de los retoños de la misma rama de la misma vida que dio origen al resto de la vida de este improbable y maravilloso planeta. Comemos otros seres vivos (animales, plantas, hongos) y somos comidos por otros seres vivos, porque la vida, para sostenerse, come vida.

Eso sí: formamos parte de un sistema insostenible que se está comiendo todo, y donde el mutuo beneficio —que es lo que ha hecho posible que la vida en la Tierra evolucione, prospere y se mantenga— ha sido reemplazado por una lógica egoísta, antropocéntrica y desconectada, que niega nuestra ecodependencia y nuestra interdependencia. Donde las relaciones que durante muchos milenios fueron de reciprocidad se convirtieron en relaciones de explotación mediadas por una lógica de acumulación sin límites. Pero eso habla mal de este sistema particular, no de los humanos como especie en general. Y creo que es importante entender la diferencia.

Así como las garzas y las vacas pueden generar relaciones mutuamente beneficiosas, nosotros también tenemos la capacidad de hacer eso con otros animales. El excesivo enfoque en la lógica del veganismo nos puede llevar a creer que para ser “buenos” para los otros animales tenemos que abstraernos de cualquier relación con ellos, que no podemos beneficiarnos de ninguna manera de su existencia y, por lo tanto, el objetivo de nuestra vida es dejar de tener relaciones de interdependencia con ellos (con todas la complejidades y contradicciones que inevitablemente surgen en esas relaciones, como en todas las relaciones).

Yo no quiero que el objetivo de mi vida sea dejar de tener relaciones de mutuo beneficio con otros animales. El proceso de regenerar nuestra relación con la Tierra implica reconocer que no podemos “destejernos” de la trama de la vida, y eso implica, también, observar y repensar nuestras relaciones con los otros animales. Sé que eso del “mutuo beneficio” está lleno también de preguntas y complejidades, y no quiero huír de ellas. Sé que en este sistema es prácticamente imposible que exista un verdadero mutuo beneficio, pero quiero dejar el espacio abierto para explorar posibilidades que no me hagan sentir encerrada en una postura que asume que todo lo que pueda considerarse beneficio se deriva necesariamente de la explotación.

 

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Una de las cosas que ha hecho que terminar este texto sea tan difícil para mí es que lo he leído varias veces con los ojos de mi yo del pasado. He querido tratar de ver cómo leería este texto la Mariana que estaba 100% comprometida con ser vegana… y he pensado que tal vez a esa Mariana este texto le sonaría rarísimo. Pienso que mi yo del pasado también podría sentir rabia al leerlo porque muchas cosas de las que digo aquí chocan de frente con las cosas que sentía y pensaba antes. Pienso que mi yo del pasado diría algo como: “¡Pero estos no son realmente argumentos para dejar de usar la palabra vegana! ¡Son más bien ideas para enriquecer la conversación en torno al veganismo!”. Y tal vez la Mariana del pasado tendría algo de razón al decir eso. Pero yo ya no soy esa Mariana.

La Mariana que soy ahora ya no quiere seguir usando esa palabra, y ya está. Y aquí hay otra cosa que me hace sentir que realmente no la quiero usar más: cuando decidí empezar a quitarme esa palabra de encima —a pesar de que mi postura ética y sus efectos en mis hábitos cotidianos siguen siendo prácticamente los mismos— sentí libertad.

Estoy segura de que otras personas pueden vivir con esa palabra a la vez que tienen estas mismas inquietudes que comparto y sentirse libres, y me alegra por ellas. Yo no me siento así, así que aquí estoy, soltando esa palabra, porque siento que por mi propia salud mental y emocional necesito hacerlo: ya no quiero denominarme vegana, fue una exploración importante para mí, siento que ya cumplió su ciclo y me trajo lo que me tenía que traer y “vegana” es una palabra que ya no quiero usar más pues ahora siento que me encierra en una identidad que ya no me identifica.

Quiero seguir haciendo todo lo que está en mis manos por reducir el impacto negativo que tienen mis hábitos en las vidas de otros animales, y quiero seguir haciendo todo lo que está en mis manos por darle buenas herramientas a otras personas para que hagan lo mismo, pero ya no desde el veganismo sino desde otro lugar, un lugar más flexible con las realidades del contexto, más amoroso con nuestras propias necesidades y limitaciones, más abierto a las complejidades y las contradicciones que surgen en nuestras relaciones con otros animales. Es una postura que no sé si tiene nombre (¿podría ser post-veganismo?*)… o que tal vez, precisamente, lo que necesita es no tener nombre.

Eso. Gracias por leer ♡

 

* Hice una traducción de un texto de Tobias Leenaert sobre “post-veganismo” porque me pareció muy bueno y creo que vale la pena tener disponible ese texto en español. Si quieres leerla puedes descargar el PDF en este enlace

 


 

P.D.1. Queridas personas que siguen queriendo identificarse como veganas, por si acaso no quedó suficientemente claro: les respeto, sigo respetando el veganismo (no purista) como causa y les deseo que tengan siempre la tranquilidad y la claridad para practicar un veganismo crítico, constructivo y abierto a la auto-observación y la adaptación ♡

P.D.2. Hice lo mejor que pude tratando de explicar de manera cuidadosa mi proceso de transformación y más allá de eso las reacciones de quienes lo leen están por fuera de mi control. No deja de llamarme la atención el hecho de que he sentido miedo cuando pienso en compartir esto.  Las interacciones más desagradables que he tenido a través de Instagram y de este blog han sido —me entristece decirlo— con otras personas veganas que han sentido que mi veganismo no ha sido suficientemente puro, y que han considerado que es su tarea “ponerme en mi lugar”. (Eso también ha influido en mi deseo de no seguir usando esa palabra).

Sin embargo, yo entiendo a lxs veganxs “furiosxs”, de verdad. Al principio de mi proceso yo también tuve una etapa de vegana furiosa en la que sentía que a mi corazón no le cabía un milímetro más de indignación y de dolor por el sufrimiento al que sometemos a otros animales, y tuve conversaciones agresivas y frustrantes con amigues y seres queridos. Pero llegó un momento en el que empecé a entender que lo que realmente quería era aprendía a matizar el dolor y la rabia con comunicación amorosa y estratégica, para que así mi discurso logre lo que más deseo: motivar a otras personas a que se hagan preguntas sobre sus relaciones con los otros animales.

Deseo con todo mi corazón que este texto sea leído con al menos una pizca del amor que le puse al escribirlo, y del amor que le he puesto a todo lo que he compartido a lo largo de los años sobre este tema. Y deseo que en alguna medida esto que comparto pueda nutrir los procesos de otras personas que también quieren seguir comunicando este tema de manera constructiva y estratégica 🤞🏻