El jabón se ha convertido en una de esas cosas sin las que no podemos vivir. Y sí, yo soy fan (siento genuina felicidad cuando me lavo las manos después de haber estado en la calle, por ejemplo), pero creo que es necesario que empecemos a preguntarnos algunas cosas sobre ese colorido, perfumado y omnipresente producto.
No recuerdo dónde vi o leí (Gracias Google). Donnie Darko dice, en algún momento de la película, que el invento más importante en la historia de la humanidad fueron los antisépticos; no la rueda, ni la electricidad, ni el internet, sino la higiene acompañada de cosas que ayudan a controlar la presencia de bacterias. Y yo pienso que tiene mucho sentido (sin quitarle su debido mérito a los otros mencionados, claro)… a fin de cuentas los antisépticos evitan que cada raspón en la rodilla se convierta en gangrena y que el contacto con cualquier bacteria se convierta en una amenaza mortal. Así que, claramente, ese ha sido un invento esencial para la superviviencia y proliferación de los humanos (que a su vez ha tenido un impacto negativo en la existencia de otras especies, pero no hablemos hoy de temas tan oscuros).
Teniendo en cuenta el papel vital de los antisépticos —y de la higiene en general— en el bienestar y el aumento de la expectativa de vida de las personas, no es de extrañar que nos hayamos convertido en fans de todo lo que se refiera a limpieza; de hecho ahora la gente lleva gel antibacterial dentro del bolso como si se tratara de un producto básico de supervivencia (pero llevar una botella rellenable para agua les parece demasiado trabajo #TemaParaOtroDía), los productos de aseo del hogar prometen acabar con el 99.9% de las bacterias, las empresas se inventan súper-héroes que nos “salvan” de la suciedad y básicamente nos convencen de que necesitamos un producto de limpieza diferente para cada parte del cuerpo, cada objeto y cada rincón de la casa; y no solo de limpieza básica, sino de limpieza “profesional” (¿qué diablos significa eso?). Pero… ¿es realmente tan complicada la limpieza? ¿de verdad necesitamos tanta asepsia?
Yo digo que no. Por un lado, es imposible vivir sin bacterias: están en todas partes, incluyendo nuestro sistema digestivo (donde son, además, habitantes esenciales); por otro lado, mucho se ha dicho ya sobre la importancia de tener algo de contacto con el mugre para desarrollar mejores defensas; y por último, nuestra obsesión con la asepsia no sólo NO está acabando con las bacterias peligrosas sino que las está ayudando a hacerse más fuertes. Aquí va un video de TED-Ed que lo explica claramente:
En todo caso hoy no voy a hablar de penicilina ni de gel antibacterial; me voy a centrar en el producto más básico de aseo (y el que se supone que nos limpia y protege para no tener que llegar hasta el uso de antibióticos): el jabón.
No recuerdo cuál fue la primera vez que usé jabón… está tan perdido en la historia de mi vida que bien podría afirmar que lo uso desde el día en que nací. Tampoco recuerdo la primera vez que me pregunté cuál es el más sostenible… pero sé que fue hace un buen tiempo; sin embargo, lo único que había hecho (hasta hace muy poco) era asegurarme de comprar barras comerciales que no tuvieran grasa de origen animal y jabones líquidos que no tuvieran triclosán (porque es tóxico para la gente y para el medio ambiente). No estaba haciendo mucho, la verdad.
Y es que la pregunta “¿cuál es el jabón más sostenible?” no tiene respuesta fácil; el título de la publicación era una trampa jajaja. Mentira, no era una trampa, al menos no del todo: la verdad es que sí hay algunos aspectos que podemos tener en cuenta para que nuestro uso del jabón tenga un impacto menor en el medio ambiente, y yo me puse la tarea de recopilarlos aquí, para que tú puedas empezar a aplicarlos lo antes posible.
¿Qué es el jabón?
Lo primero que hay que hacer es aclarar qué es el jabón. Según Wikipedia, el jabón es un producto de la reacción química (saponificación) entre un álcali (normalmente hidróxido de sodio o de potasio) y un ácido graso; ese último puede ser de origen animal o vegetal. Hasta ahí todo muy sencillo… el asunto es que no todo lo que venden como jabón es realmente jabón. Ajá, así como lo lees: esas barras fragantes y coloridas que encuentras en los supermercados no están fabricadas a partir de esta reacción química que recién describí, sino a partir de detergentes (con endurecedores químicos, agentes espumantes y fragancias artificiales) que por lo general son a base de petróleo… pero vienen con una “capa” de marketing que las hace súper atractivas.
La verdad es que no sé cuál sea la regulación en Colombia, España, Chile, México u otros países… pero sí se que en EEUU la palabra “jabón” está regulada por ley, y una etiqueta sólo puede decir “jabón” si se trata realmente de eso: del producto de esa reacción química; si no es así, debe decir otra cosa, como “barra limpiadora” (o hasta tonterías como “barra de belleza”). Entonces, de aquí en adelante en esta entrada, quede claro que cuando hablo de jabón hablo de la barra que resulta de la saponificación de un álcali y un ácido graso, y cuando hablo de barra de limpieza me refiero a las barras detergentes comerciales, tipo Dove, Lux, Protex, etc.
El jabón también puede ser líquido —como ya veremos en la receta más adelante— y también hay detergentes líquidos (los típicos que encuentras en los supermercados, sea para la ropa, el cuerpo, las manos, la cara, etc.).
¿Puede ser “sostenible” un jabón?
Ahora hay que pasar a una pregunta más peluda. Sólo definir qué es “sostenible” nos podría tomar una entrada completa (de hecho hay libros dedicados por completo a eso), así que voy a hacer dos cosas:
Primero, aclarar que un jabón no es sostenible por sí mismo, porque no es sólo el producto lo que tiene impacto, sino la obtención de su materia prima, su fabricación, su empaquetado, su transporte y su uso. Es decir, cuando nos preguntamos si un producto es “sostenible” realmente debemos mirar detenidamente todas y cada una de esas fases que mencioné (todo su “ciclo de vida”). Por poner un ejemplo claro: ¿la bolsa reutilizable de tela es sostenible? NO, lo que es sostenible no es la bolsa, sino el uso que le damos… puede haber alguien que cada vez que vaya al mercado compre una bolsa de tela que después tira a la basura (suena raro, pero cosas más extrañas se han visto en este planeta). O puede haber una bolsa de tela fabricada por niños explotados y con procesos híper-tóxicos, que encima sea de mala calidad y deba ser reemplazada con frecuencia. En fin, ya te había dicho antes que las preguntas difíciles no suelen tener respuestas fáciles… pero con esto creo que te haces una idea.
Segundo, cambiar “sostenible” por “preferible ambientalmente”. Esto con el fin de ahorrarnos eternas discusiones en torno al término y a su aplicación en este caso particular, y con el interés de dejar claro que un jabón, sin importar cuán artesanal sea, no es ni va a ser “amigable con el medio ambiente”. Sé que es una afirmación fuerte —y medio deprimente— pero hay que decirle a las cosas por su nombre; si bien podemos buscar maneras de que el uso del jabón tenga un impacto relativamente menor, es importante que entendamos que el jabón no le hace bien al planeta, y que incluso los jabones menos dañinos son fuentes de contaminación.
Ok, ok. ¿Entonces cuál es “preferible ambientalmente?
Vamos al grano. El limpiador preferible ambientalmente eeessss (redoble de tambores)… ¡el jabón en barra! Ojo: J-A-B-Ó-N, no “limpiador en barra”, ni “barra de belleza”. Te voy a explicar por qué:
1. La producción de limpiador líquido requiere mucha más energía.
Un estudio realizado por Koehler, A. & C. Wildbolz. encontró que se necesitan 5 veces más recursos para la producción de materia prima y 20 veces más para empacar y embalar limpiadores líquidos con respecto a lo que se requiere para producir jabón en barra. El mismo estudio encontró, además, que los jabones en barra tienen un impacto ambiental menor en varias categorías muy importantes: huella de carbono, ecotoxicidad, potencial de agotamiento del ozono y potencial de eutrofización.
2. Los limpiadores líquidos tienen empaques rimbombantes.
Son fabricados en plástico (que es derivado del petróleo) y, si bien se podrían reciclar, tienen un impacto ambiental enorme. Los jabones en barra suelen estar empacados en papel, o muchas veces incluso se consiguen sin empaque (la versión ideal).
3. Los limpiadores líquidos contienen mucha, mucha agua.
Eso hace que requieran empaques más grandes, que sean más voluminosos y pesados, y por lo tanto mucho más difíciles de transportar. Por lo general no pensamos en esto, pero para que el limpiador llegue al supermercado tuvo que haber viajado al menos unos cuántos kilómetros en camión (muchas veces, aunque parezca ridículo, hasta en avión)… y cuanto más grande y pesado sea el empaque, mucho más transporte va a requerir, y así muchos más recursos y energía. Entonces la huella de carbono por transporte suele ser, también, muchísimo mayor.
4. Los jabones en barra nos facilitan un uso más eficiente.
Nos frotamos las manos un par de veces y ya está… no necesitamos más. En cambio, con los dispensadores para limpiador líquido (que suelen ser exageradamente “generosos”), resultamos usando mucho más de lo que necesitamos. Se calcula que usamos hasta 7 veces más limpiador líquido que jabón en barra para la misma tarea, ya sea por el mal diseño de los dispensadores o por nuestros propios malos hábitos.
5. Los jabones en barra suelen tener ingredientes más “amigables”.
Ya lo revisamos antes: un jabón en barra puede requerir sólo un álcali y un aceite (como mi champú “el conejo feliz”), mientras que un limpiador líquido está fabricado con detergentes a base de petróleo, tensoactivos, parabenos, ftalatos, y otro montón de cosas impronunciables, contaminantes y de cuestionables efectos en la salud. Es mucho más fácil tener control de lo que ponemos en nuestra piel cuando usamos jabones en barra (idealmente artesanales) que cuando compramos limpiadores líquidos (emm, ¿detergentes?) comerciales.
Tres cosas a tener en cuenta
Ya hablamos más arriba sobre las respuestas difíciles a las preguntas difíciles, y sobre cómo un jabón no es sostenible por sí mismo, sino que hay que considerar otro montón de cosas. Para hacer la tarea un poco más sencilla, te dejo estas tres recomendaciones:
1. Al comprar jabón en barra, asegúrate de que sus ingredientes también sean “preferibles ambientalmente”
Para empezar, evita a toda costa los jabones fabricados a partir de aceite de palma. Para enterarte un poco mejor del por qué, te recomiendo el artículo de Carro de Combate, “Aceite de palma, un peligroso desconocido“. Compra jabones que sean fabricados con aceites de origen vegetal (no hay ninguna necesidad de explotar a los animales para tomar una ducha, ¿o sí?), y mejor aún si son aceites de producción local; por ejemplo, si estás en España es posible que te convenga más un jabón a base de aceite de oliva, y si estás en Colombia puede que tenga más sentido uno a base de aceite de coco. Eso no significa que no debas usar ningún otro, sino que vale la pena que tengas en cuenta los kilómetros que tuvo que recorrer la materia prima para llegar hasta ti. Ideal si también evitas las fragancias, y cualquier otro aditivo innecesario.
2. Compra jabones con empaques menos voluminosos. O aún mejor: sin empaques
Busca jabones que tengan empaques de papel, que no tengan varias capas (por ejemplo: una bolsa de plástico dentro de una caja de cartón) o, lo mejor de lo mejor, consigue uno que venga sin empaques. Mucha gente piensa que eso no es higiénico, pero un estudio publicado en 1988 concluyó que los jabones no transfieren bacterias. Además, si te pone nerviosa/o el mugre que pueda traer el jabón, es cuestión de que lo frotes con agua un par de veces y toda la capa externa se habrá ido, dejándote con un jabón que sólo has tocado tú. Magia.
3. No olvides lo más importante
Ya lo conversamos antes: parte de lo “sostenible” que pueda ser un jabón está en la manera en que lo usamos, así que dale un uso cuidadoso y consciente. No hay que lavar tanto ni con tanta frecuencia, y no todo en la vida necesita jabón (aunque los anuncios publicitarios te digan lo contrario). Te invito a que revises las 5 recetas sencillas para limpiar el hogar que nos comparte Green Sandra en la última edición de Eco Eco Magazine. Y por último, que recuerdes que el jabón que es realmente amigable con el planeta es el “menos jabón”.
La “receta”
Para cerrar, pasemos a la receta. Sí, la opción preferible ambientalmente es el jabón en barra, pero para algunos fines es más cómodo tener jabón líquido (NO limpiador líquido, que ya vimos que es otra cosa distinta)… así que con estos sencillos pasos vas a aprender a convertir la barra en el líquido, como por arte de magia. IMPORTANTÍSIMO: tiene que ser jabón, si lo haces con una barra limpiadora te va a quedar una gelatina sin forma que no limpia para nada (que ya lo probé yo).
Ingredientes:
- Una barra de jabón
- Agua
- Algún aceite esencial (si quieres, pero no hace falta)
Materiales:
- Un rallador
- Una taza
- Una olla grande
- Una cuchara
Instrucciones:
1. Ralla toda la barra de jabón.
2. Pon toda la ralladura en la taza, para medir cuánto quedó (apiña la ralladura para que no te “engañe” la cantidad de aire).
3. Pon la ralladura en al olla, y añade 3 veces la cantidad de agua. Es decir: si obtuviste una taza de ralladura de jabón, añade 3 tazas de agua. Deja que se derrita, esto puede pasar de un día para otro, o tomar un poco más de tiempo.
4. Aquí tienes dos opciones: lo puedes dejar así, tal como quedó, o lo puedes cocinar un ratito. Lo de cocinar parece que influye en que la mezcla no se separe, pero no estoy 100% segura. Lo he hecho de las dos formas, y de las dos formas ha funcionado. Cuando ya no esté caliente, añade algunas gotas de aceite esencial (si quieres), y mezcla bien.
5. ¡Listo! Envásalo, y úsalo r-e-s-p-o-n-s-a-b-l-e-m-e-n-t-e.
Nota: he probado varias veces, y la consistencia siempre varía un poco. Por eso prefiero hacerlo con menos agua, pues si queda muy espeso siempre se puede añadir más agua al final. A mí me gusta que quede más bien aguado, porque limpia igual de bien y rinde muchísimo más, pero la receta, así como está, debería dar como resultado un líquido viscoso, muy similar a los detergentes comerciales.El resultado no es exactamente igual a un jabón líquido (como el jabón de castilla líquido, por ejemplo) porque se requieren procesos químicos ligeramente diferentes. Pero queda parecido y funciona muy bien. [/white_box