¿Cualquier cosita es cariño? (+ una idea para que las acciones pequeñas se vuelvan grandes)

¿Cualquier cosita es cariño?

Para empezar el año (y celebrar el cumpleaños del blog) quiero compartir una pregunta y una idea que creo que pueden ser útiles para que los propósitos de año nuevo no se queden sólo en eso, y pasen a ser cosas reales.

Esto lo he querido escribir hace tiempo, pero siempre me pasa lo mismo con los temas que más me gustan: me agobio un poco, siento que no voy a ser capaz de escribir un texto que sea apto para una publicación de blog (como te habrás dado cuenta, me gusta escribir largo), me obsesiono con las conexiones de los temas y me pongo a pensar cosas como “si voy a escribir sobre esto, primero debería escribir sobre aquello para que se entienda mejor”, y lentamente se va hundiendo la publicación en la sección de borradores, hasta que un día —como hoy— me decido a terminarla, pulirla y publicarla. Y en ese proceso me doy cuenta de que lo que quería decir no era tan complicado como creía y que podía expresarlo de manera más o menos clara con algunas ideas que más adelante puedo conectar con otras. En fin, empiezo, como dicen, por el principio:

Enero es un mes especial. Bah, enero es un mes común y corriente, pero mucha gente tiene un estado de ánimo especial, como motivado. Nos guste o no nos guste hacer propósitos y resoluciones de año nuevo, lo más posible es que al menos se nos haya cruzado por la cabeza la idea de que sería rico mejorar X hábito, o lograr X objetivo… y creo que es normal, a fin de cuentas el comienzo de un año marca un cambio —aunque sea sólo de calendario— y eso inevitablemente nos lleva a plantearnos cosas, evaluar lo que pasó e imaginar lo que viene.

Por eso quiero que le saquemos provecho a este mes y a la motivación de comienzo de año para que las metas de 2016 no se queden en el aire. No voy a proponer una lista de apps que ayudan a mejorar hábitos (porque, entre otras cosas, creo que la gente sólo cambia si quiere cambiar, con o sin apps), ni una guía de instrucciones paso a paso para cumplir con las resoluciones de año nuevo (porque cada quien tiene su camino y su ritmo)… pero sí voy a compartir una pregunta y una idea, que creo que, combinadas, son un método casi infalible —que sea realmente infalible depende de uno— para darle buen impulso a cualquier propósito de año nuevo. O de mes nuevo, o día nuevo, que para ponerse buenos propósitos no hay que limitarse a enero.

Primero: la pregunta

¿Cualquier cosita es cariño? No me refiero al nombre del blog, no es que me esté planteando cambiarlo (aunque confieso que se me ha pasado por la cabeza); (¡Y finalmente cambié el nombre del blog!) Me refiero a la expresión popular, a la idea de que cualquier cosa —aunque sea pequeña— vale y suma… sobre todo teniendo en cuenta que muchas veces, al plantearnos nuevos propósitos, confiamos en que hacer un cambio pequeñito va a tener un impacto muy grande. Entonces: ¿Cualquier cosita SÍ es cariño? ¿Realmente todo suma? ¿Cada cosa, pequeña o pequeñísima, vale?

Yo de verdad creo en el valor —y el poder— de las pequeñas cosas, y pienso que parte importante de los problemas que enfrenta la humanidad (y que enfrentamos los humanos en la vida cotidiana) están relacionados con nuestra dificultad para valorar lo que es pequeño y aparentemente insignificante, y nuestra dificultad para entender el poder acumulativo de esos pedacitos, para bien o para mal.

También creo que, globalmente, nos estamos enfrentando a problemas grandes que necesitan grandes soluciones. Pero se nos olvida con frecuencia que la mayoría de esos problemas grandes existen porque son la suma de un montón de problemas pequeños, y por la acumulación de resultados de millones de acciones que parecían insignificantes. Por lo tanto, si somos capaces de cambiar esas cosas pequeñas e “insignificantes” podemos llegar a las grandes soluciones que esos problemas necesitan. Y eso aplica también para las situaciones personales: aún las cosas que sentimos que están fuera de nuestro control —por sus enormes proporciones— suelen estar formadas por cosas más pequeñas, menos complejas, que se pueden ir abordando paso a paso hasta lograr un impacto mayor. En ese sentido pienso que sí, que cualquier cosita sí es cariño y que cada cosa suma.

Sin embargo, también pienso que esto de “cada cosa suma” hay que agarrarlo con pinzas… no porque no sea cierto, sino porque se puede convertir en una trampa para que nos durmamos en los laureles. Es muy fácil que, en el proceso de celebrar nuestros pequeños logros, se nos olvide que es importante ir un poco más allá, que nos demos “palmaditas en la espalda” por haber hecho un cambio mínimo y usemos eso como justificación para no hacer cuestionamientos o cambios más ambiciosos.

Por ejemplo: podemos ser conscientes del impacto ambiental del consumo de productos de origen animal, pero pensamos que no hace falta hacer ningún cambio en ese sentido porque clasificamos nuestras basuras para reciclaje, y por lo tanto “ya estamos poniendo de nuestra parte”. O podemos saber el daño que nos hace el sedentarismo, pero nos convencemos de que no importa porque nos tomamos un batido “saludable” en la mañana y por lo tanto el asunto se compensa. Pues no, el asunto no se compensa; si estamos realmente comprometidos con la sostenibilidad o con nuestra salud (o con lo que sea, que la lógica aplica para cualquier cosa), esos pequeños pasos son un punto de entrada genial… pero no nos llevan a ningún lado si los dejamos morir ahí. Es como si pretendiéramos haber escalado una montaña por el solo hecho de haber puesto un pie en la base.

Como ya lo dije antes: el primer paso no es el último, y no debería ser el único. Y con esta reflexión/jalón de orejas, doy paso a la siguiente parte de esta entrada.

 

Segundo: la idea

Ok, ya sabemos que cualquier cosita es cariño pero no hay que dormirse en los laureles (le voy a poner ese subtítulo al blog jajaja). ¿Ahora qué? ¿Qué hay que hacer para que esos gestos pequeños se conviertan en cosas grandes que cambien nuestra manera de habitar el planeta?

La respuesta la tiene la naturaleza, y el ejemplo perfecto es la semilla. Cada pequeño gesto, cada propósito, cada nuevo hábito puede funcionar como una semilla. Sí, puede ser pequeña, pero tiene el potencial de ser un árbol enorme, que a su vez puede reproducirse y generar infinitas nuevas generaciones de árboles. Pero ella no hace todo ese trabajo sola: necesita terreno fértil, luz, agua y tiempo, así que no tiene sentido que nos sentemos a esperar un gran cultivo cuando tenemos una sola semilla suelta y metida en un cajón.

¿Y qué es un terreno fértil? ¿Qué hace las veces de agua, de luz? Pues depende de cada caso, pero en términos generales creo que un buen punto de partida es una mente abierta, dispuesta a salir de la zona de confort. La luz y el agua pueden venir de muchas partes: conversaciones con otras personas, lecturas, viajes, desafíos y otros nuevos hábitos… cualquier cosa que le ayude a esa semilla a “echar raíces” para que empiece a crecer sana y fuerte. Y hasta aquí llego con la analogía de la semilla, porque no quiero que esta publicación parezca un discurso de graduación del colegio creo que ya sabes de qué va la idea.

 

Bonus track: la estrategia

Por último, quiero compartir algo así como una estrategia para que ese pie apoyado en la base de la montaña se empiece a mover con ganas y con fuerza hacia arriba. Si vamos a escalar una montaña no podemos dar un salto hasta la cima… bueno, podemos llegar en helicóptero digamos, pero eso no es escalar, así que no vale. Sigamos con la idea de escalar. Hay que dar un paso detrás del otro, y posiblemente sea necesario hacer algo de entrenamiento antes de enfrentarse con el desafío completo.

Para eso, lo ideal es empezar con metas alcanzables. Por ejemplo: estoy segura de que hay gente que se ha vuelto vegana de un día para otro, así a decisión cortante, pero la realidad para la mayoría (incluyéndome) es que hay un proceso de transición… una familiarización con nuevas maneras de ver el acto de comer y de cocinar, un aprendizaje sobre alimentación (porque definitivamente hay que “cambiar el chip”). Entonces, ser vegano de un día para otro tal vez no es una meta alcanzable para todo el mundo, pero por ejemplo tener dos días de alimentación vegana a la semana suena mucho más factible para empezar. Si logras el objetivo vas a sentir un pequeño triunfo, un “tengo esto bajo control” que te pone en mejor disposición para asumir un cambio mayor. De ahí puedes pasar a tres días, y a cuatro, hasta que la idea de una alimentación 100% vegana no te va a parecer para nada intimidante.

Uso el ejemplo de la alimentación vegana porque es un comentario/pregunta que recibo con mucha frecuencia, pero la lógica funciona igual para cualquier otra cosa: si empiezas con algo pequeño y aumentas el nivel poco a poco, de manera consciente y constante, al final vas a ver que muchas cosas que parecen imposibles son sencillamente cuestión de costumbre.

Además de las metas alcanzables, es importante observar la tendencia a inventar excusas y justificaciones. Todo puede ser fácil o difícil según desde donde se mire y cuáles sean nuestras prioridades y motivaciones, y siempre va a haber espacio para decir “no, esto no lo puedo hacer” o “esto es muy difícil” o “esto es sólo para gente con X estilo de vida”… siempre vamos a tener cierta tendencia a generar excusas para evitarnos la incomodidad de los “terrenos desconocidos”. Yo creo que eso es parte natural del asunto, y —sabiendo que no lo podemos evitar al 100%— creo que hay que aceptarlo como parte del proceso y actuar A PESAR de las excusas, que vienen a ser como las piedras en el camino: están ahí, puede que me tropiece, pero sigo caminando en todo caso.

·   ·   ·

Todo esto puede sonar a libro de superación personal… y creo que por una buena razón: los propósitos de año nuevo, las intenciones para cambiar hábitos y las ganas de cuidarnos mejor y cuidar más el planeta consisten, de alguna manera, en superarnos a nosotros mismos, superar prejuicios, justificaciones, ideas trasnochadas, comodidades y perezas. Pero aquí no se trata de pegar un post-it en el espejo que diga “eres genial, cree en ti mismo”; más bien se trata de tener un post-it imaginario en la cabeza (uno real se vería muy raro) que nos diga: “sí, buenísimo, pero si te tomas esto en serio deberías ir más allá, y más allá, y más allá. Ahí vas a empezar a ver que esto tiene sentido”.