Sobre algunas cosas que necesito aprender, y que tal vez a ti también te resulten útiles

Sobre algunas cosas que necesito aprender

Normalmente no me dejo llevar por pensamientos pesimistas, pero eso no significa que sea una optimista incondicional. Me gusta creer en el valor de las pequeñas cosas y de verdad pienso que muchos cambios son posibles; pero tengo clarísimo que posible no es lo mismo que fácil. Sin embargo, trato de enfocar mi energía en el enorme potencial de ese “posible” y de cultivarlo y contagiarlo tanto como pueda.

Pero a pesar de que casi siempre trato de enfocarme en hacer lo que está en mis manos y en disfrutar y celebrar lo que puedo lograr en mi círculo inmediato (que cada vez es más grande, gracias a este blog), a veces siento que nada de eso es suficiente y que los grandes males del mundo son demasiado grandes, y los problemas demasiado complejos, y los intereses económicos demasiado infecciosos, y, básicamente, que sin importar nada de lo que estamos haciendo todo se está yendo al carajo. Eso he estado sintiendo los últimos días; sin embargo, no estoy escribiendo sobre eso porque quiera contagiarte de mis malas pulgas sino porque pienso que detrás de lo que estoy sintiendo hay una lección importante por aprender (o varias), y creo que puede ser valiosa para ti también. Todavía no sé exactamente cuál es, pero creo que ya tengo algunas pistas.

Esto no es nuevo. En otros momentos de mi vida he pasado por etapas similares de agotamiento a las que llego casi siempre de la misma manera: leyendo sin parar reportes y artículos que tratan sobre temas que mueven todas mis sensibilidades (sostenibilidad, cambio climático, biodiversidad, justicia social, derechos de los animales, etc.), leyendo noticias (en todo el mundo son duras y en Colombia suelen ser particularmente deprimentes), y leyendo comentarios que la gente deja en artículos y noticias que se comparten en redes sociales. Este último es especialmente nocivo y particularmente inútil, y he aprendido a evitar caer en esa trampa casi siempre… pero algunas veces caigo redonda y siento como si me envenenara lentamente con tantas expresiones de odio, intolerancia e irracionalidad.

Y sí, me ha pasado antes… pero ahora algo es diferente. En este momento, sentirme agobiada y pensar que todo se va al carajo no sólo hace que no esté bien de ánimo, sino que hace que no sepa qué escribir aquí… y eso me hace sentir que estoy rompiendo un compromiso importante. Y no, no es el de publicar semanalmente en el blog —que eso es algo que hago porque disfruto y no por obligación— sino el compromiso de creer en las cosas pequeñas.

Un compromiso que asumí conmigo misma, que me tomo cada vez más en serio y que renuevo todos los días, cada vez que pienso en las cosas que he aprendido (y en las miles de millones que me faltan por aprender), en cómo he sido capaz de cambiar y de adaptarme a esos aprendizajes y cómo muchas personas que me rodean están caminando conmigo, enseñándome otras cosas, aprendiendo y multiplicando esa pequeña —pero poderosa— semilla del cambio.

Así que bueno, como te dije antes, creo que tengo algunas pistas sobre las lecciones que debo sacar de esta etapa de agotamiento. Aquí van:

1. Debo aprender a elegir mis batallas

Los problemas del mundo son muchos, y demasiado complejos… y —lo creamos o no— todos están conectados. Es imposible que una sola persona tome en sus manos todos los problemas del mundo, y también es poco realista tratar de comprenderlos todos (y todas las maneras en las que se conectan). Pero aquí aparece la belleza de la diversidad: todos tenemos conocimientos y experiencias diferentes, y de esa diversidad se nutre el cambio. Y por otro lado, el que mucho abarca, poco aprieta; así que es mejor saber enfocar las energías y el esfuerzo en lo que más nos mueve, y buscar maneras de conectar con otras personas que dirigen sus propias energías y esfuerzo a otras causas, resultando en algo del tipo 1+1=3.

Y aquí viene algo muy importante, algo que yo siento que ya he aprendido (aunque seguramente me falta) pero que muchas personas todavía se saltan: respetar las batallas de los demás. Con mucha frecuencia veo personas afirmando que el esfuerzo de alguien es inútil porque falla en abarcar alguna otra cosa… hace poco, por ejemplo, alguien que conozco y cuyos esfuerzos respeto de verdad, me dijo que “ser vegano y luchar por los derechos de los animales es inútil si uno sigue comprándole a las multinacionales”.

¿Inútil desde qué perspectiva? ¿Se supone entonces que reducir mi huella de carbono, mi huella hídrica, y salvar a cientos de animales que terminarían en mi plato es irrelevante? No, sencillamente apunta para un lado distinto… pero al parecer todavía nos cuesta mucho entender que las diferentes causas (particularmente si giran en torno a la sostenibilidad en todo su amplio espectro) no compiten, sino que se complementan. (Por cierto, he desterrado casi completamente a las multinacionales de mi vida, pero esa historia es para otro momento).

Sé que hay quienes luchan por los derechos de las personas mientras ignoran los de los animales, o personas que luchan contra el poder de las multinacionales pero no se plantean muchos problemas ambientales, o personas que trabajan por los derechos de los animales domésticos pero comen carne. Su trabajo no deja de ser valioso por eso… simplemente han llegado a preguntas diferentes, y las están respondiendo a un ritmo distinto. La coherencia total no existe, y la coherencia sensata ya vendrá con el tiempo y la experiencia.

2. Debo recordar lo que, para mí, es fundamental

Las pequeñas cosas son valiosas, y poquito a poco se llega lejos. Un ejemplo: empecé este blog hace 8 años con la idea de compartir algunas cosas que yo había aprendido y que pensaba que otras personas podrían encontrar interesantes. Desistí porque sentía que lo que compartía era muy básico. Lo volví a abrir en 2010 y fui constante y disciplinada durante unos meses. Desistí porque sentía que lo que compartía ya lo sabía todo el mundo.

Lo volví a abrir hace un año y medio, y después de unos meses de disciplina y atención intermitente siento que he encontrado una manera para contar mis preguntas, aprendizajes y experimentos en torno a la búsqueda de una vida más sostenible, y se ha convertido en un espacio para compartir con personas como tú, que vienen a leer, a contarme sus propias experiencias y a ayudarme a ampliar mi panorama.

Algo aparentemente tan insignificante como un blog me ha motivado a leer, consultar, cuestionar y experimentar como nunca antes en mi vida, y —tal vez aún más importante— compartir ese proceso, motivando a otras personas a dar esos pequeños pasos conmigo. No tengo poderes mágicos para resolver los problemas del mundo, pero tengo algo mejor, porque es real: curiosidad, ganas de aprender, disposición para cuestionar todo lo que doy por hecho (incluyendo lo que me parece cómodo y bonito) y un medio para compartirlo con otras personas.

3. Necesito darme permiso de descansar

Tiendo a ser medio obsesiva-compulsiva, y cuando me intereso por un tema quiero leer todo lo que haya por leer, consultar todo lo que haya por consultar, comparar y confirmar datos, tomar notas, guardar enlaces en la carpeta de favoritos, hacer experimentos, buscar referentes de personas y organizaciones que traten el tema, escribir ideas y borradores para publicar aquí en el blog. Hago todo eso porque me encanta, pero igual hay un momento en el que cruzo una delgada línea y me dejo llevar hasta un punto que seguramente no es del todo saludable.

Por otro lado, tengo —en general— muy buena memoria, y si bien eso es positivo en muchas cosas, también se puede convertir en una verdadera molestia porque me cuesta mucho, mucho trabajo sacarme de la cabeza datos o imágenes perturbadoras que encuentro en esas búsquedas… lo que me lleva a pensar demasiado sobre algo en particular, tratando de encontrar la mejor manera para compartir esa información urgente con otras personas sin herir susceptibilidades (las de otras personas, que las mías ya se fueron al caño) y termino teniendo sueños pesados y, al final, agotándome emocionalmente.

Pensar, hablar y actuar en torno a la idea de la sostenibilidad no será sostenible para mí si lo hago a expensas de mi propia salud mental… así que seguiré mis propios consejos y me desconectaré un poco. Al menos durante lo que queda de esta semana me prometo que le voy a dar un descanso a mi cabeza con los temas sensibles… así de paso aprovecho y adelanto otro par de proyectos que tengo en mente :-)

Escribir me ayuda mucho a organizar las ideas, y a mirarlas desde otra perspectiva. Esta publicación fue sobre todo un asunto de catarsis, pero creo que va más allá… se trata también de compartir la otra cara de la preocupación por la sostenibilidad, esa en la que uno a veces siente que le gana el miedo y la impotencia, al ver toda la evidencia y los datos duros que nos muestran que el mundo está en un estado más delicado del que queremos creer, y no estamos reaccionando con suficiente velocidad y determinación.

Y siendo mi déficit de atención el internet lo que es, justo me encuentro con un proyecto del Climate Council que se llama Scared Scientists,  y que consiste en una colección de retratos de científicos preocupados que comparten sus miedos frente a las realidades con las que trabajan todos los días. No es exactamente lo que necesito para sentirme mejor… pero es que justo “aterrizó” en mi pantalla. Las coincidencias son así. Juro que cuando termine de explorarlo migraré a temas más amigables con mi estado de ánimo.