El sábado, mientras el mundo disfrutaba (o sufría) su fin de semana, se aprobó en París un acuerdo sobre Cambio Climático con el apoyo de 195 países asistentes.
Se han publicado miles de noticias y artículos al respecto, en algunos casos alabando el acuerdo y en otros criticándolo por “tibio”. Yo he estado leyendo muchos de esos textos al derecho y al revés, primero porque quiero entender lo que pasó y lo que se viene con el acuerdo (si es que se viene algo), y segundo porque quiero hacer un filtro y compartir algunos de los aspectos más importantes que he encontrado.
Por eso creé esta lista con 10 cosas que pienso que debes saber sobre la COP21; algunas suenan bien y otras no suenan nada bien. Por supuesto, hay muchas cosas más que decir sobre el acuerdo que se firmó y sobre todo lo que pasó durante las casi dos semanas que duró la conferencia; pero creo que este es, al menos, un buen punto de partida para entender lo que pasó en París.
10 cosas que debes saber sobre la COP21
Lo que suena bien:
1. “COP” viene de Conference of Parties, que es una reunión anual de los países que forman parte del Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. La convención de este año en París fue la número 21 (por eso COP21). La primera se llevó a cabo en Berlín en 1995. Esto quiere decir que hay pesos pesados de la política hablando sobre cambio climático desde hace 20 años (aunque no sé si eso es buena o mala noticia).
2. El objetivo principal de la COP21 fue crear un acuerdo de participación global, para no sobrepasar los 2ºC de aumento de temperatura con respecto a la temperatura de la era pre-industrial; ese es el límite considerado “seguro”. Con un aumento mayor, las consecuencias del cambio climático serían —aún más— catastróficas. En el acuerdo final se resalta la importancia de hacer esfuerzos para que ese aumento sea sólo de 1.5ºC.
3. El acuerdo aprobado en París es legalmente vinculante. Esto quiere decir que los países que firman tienen obligación legal (o al menos se supone que la tienen) de cumplir con los puntos del acuerdo, diferente a lo que pasó en la muy criticada COP15 (que se llevó a cabo en Copenhague), donde el acuerdo no implicaba ninguna obligación legal. Era un “yo firmo porque es bonito, pero no lo voy a hacer porque es difícil”.
4. 195 países firmaron el acuerdo que muchos medios presentan como histórico. Son 32 páginas que se dividen en dos secciones: el acuerdo y las decisiones. Los puntos clave son: nivel de compromiso, mitigación, adaptación, pérdidas y daños, finanzas, ciclos de revisión y transparencia. Si te gana —como a mí— la curiosidad, puedes leer el documento completo aquí (por ahora está sólo disponible en inglés, francés y árabe).
5. Se harán revisiones cada cinco años sobre los objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). La primera revisión se propone para 2023, ¡en ocho años! La verdad es que no sé si este punto suena tan bien.
Lo que no suena tan bien:
6. El acuerdo fue aprobado, pero todavía debe ser ratificado. Es decir, debe formar parte del ordenamiento interno de los países firmantes; el acuerdo todavía debe ser discutido en el congreso o el órgano legislativo de cada país para que sea ratificado a través de una ley (gracias a mi amigo y consultor legal, David “el Tröll”). Sólo entrará en vigor (y por lo tanto será plenamente efectivo) si al menos 55 países, que en conjunto produzcan al menos el 55% de las emisiones de GEI del mundo, ratifican el acuerdo. En conclusión: falta muchísimo.
7. El documento consiste en promesas, más que en compromisos. Los puntos acordados son muy vagos, no se habla de un porcentaje específico de reducción de emisiones de GEI, ni de plazos concretos para alcanzar los objetivos; el documento dice literalmente “lo antes posible”… ¿pero cuándo es eso? ¿un año? ¿doce años? No tenemos ni idea.
8. No se habla de responsabilidades puntuales. Ya hay millones de personas que están siendo gravemente afectadas por el cambio climático, la mayoría de ellas de países con emisiones de GEI que resultan insignificantes al lado de las emisiones de EEUU, China y la Unión Europea. Es decir: los pecados de unos, los pagan los otros… y, si bien en el documento se habla de apoyo financiero a países en desarrollo para generar estrategias contra el cambio climático, no se habla de reparación o compensación por daños y perjuicios a países afectados por desastres que otros están generando.
9. Se cuidaron los intereses de los de siempre. Varios puntos del acuerdo se fueron ajustando de a poco para que no incomodaran demasiado a los más poderosos, por eso no se habla de porcentajes concretos, plazos puntuales, responsabilidades por daños y perjuicios y tampoco se menciona a los combustibles fósiles. La palabra “renovables” aparece sólo una vez en el documento, y en una frase súper blanda que hace referencia a “países en desarrollo” y “particularmente África”. Todo-muy-cómodo.
10. No hay sentimiento de urgencia. Los efectos del cambio climático ya están teniendo consecuencias desastrosas en el mundo, con millones de damnificados, islas —habitadas— que desaparecen con el aumento del nivel del mar, deshielo en los cascos polares y conflictos humanos exacerbados por los daños medioambientales, por mencionar apenas algunos ejemplos. Pero en el acuerdo no se percibe apremio, sólo una invitación a revisar los objetivos cada cinco años y un “lo antes posible” que nos deja con sabor a poco. Como dice Bill McKibben en un artículo para el New York Times:
“La ironía es que un acuerdo como éste, adoptado en la primera Conferencia sobre el Clima en 1995, podría haber funcionado”.
Lo bueno, lo malo y lo que podemos hacer
Para complementar esta publicación le pedí ayuda a un amigo: Tabaré Arroyo Currás (Tab). Él es especialista en energía y cambio climático y estuvo en París haciéndole seguimiento cercano a la COP21. Hoy conversamos un poco sobre los puntos fuertes, los puntos flojos y la importancia de asumir el cambio climático como un asunto de todos. Aquí te dejo con lo que me contó:
Lo bueno:
Mariana: ¿Qué piensas que fue lo mejor que salió del acuerdo firmado en la COP21?
Tab: Desde hace unos años se viene hablando de la importancia de mantener el aumento de temperatura por debajo de los 2ºC. Con esa temperatura no significa que no pase nada… un aumento de 2ºC va a tener muchos impactos; uno de ellos es la desaparición de la barrera de coral, que es importante porque da albergue a muchas especies marinas, que son fundamentales para la cadena alimenticia en los océanos y también son base de la subsistencia para mucha gente en el mundo. Hay muchos otros efectos, pero el de los corales es un punto de referencia que muestra el fuerte impacto socioeconómico, así como la pérdida de la biodiversidad.
Para evitar que esto pase, la temperatura no debe aumentar más de 1.5ºC. Ese fue uno de los éxitos del acuerdo: que nos dice que el límite debería ser 2 grados pero que debemos esforzarnos en no pasar de 1.5. Por primera vez esa cifra aparece en un texto; y no en uno cualquiera, sino en uno que está acordado por 195 países. Es una señal muy fuerte, muy positiva, es un llamado a una acción ambiciosa e inmediata.
Lo malo:
M: ¿Cuál piensas que fue el aspecto más importante que se dejó por fuera del acuerdo?
T: Faltaron muchas cosas; por ejemplo, el acuerdo no habla de objetivos concretos para erradicar el uso de combustibles fósiles. Dice que se pretende alcanzar una neutralidad carbónica después de 2050; eso significa que puede haber emisiones, siempre y cuando esas emisiones de una u otra forma se absorban, ya sea con reforestación o con tecnología (como la captura de carbono), etc.
Tampoco hay un objetivo claro con respecto a las energías renovables, como por ejemplo una meta de tener 100% energía renovable para 2050. Hubiera sido muy bueno que el acuerdo no sólo dijera “alcancemos neutralidad carbónica” sino que dijera puntualmente “no podemos superar las 565 gigatoneladas de CO2, acumuladas a 2050”.
Lo que podemos hacer:
M: Por último, ¿cuál crees que es el papel del ciudadano común frente al acuerdo y al cambio climático?
T: Nosotros, los ciudadanos, somos consumidores no sólo de objetos y servicios, sino de la energía relacionada con esos objetos y servicios. Debemos ser responsables con las cosas que consumimos, para tener un impacto en la energía que se usa en su producción y por lo tanto en las emisiones que generamos indirectamente. Por ejemplo: para hacer un objeto se usa energía y se generan emisiones… tirar ese objeto a la basura es tirar energía a la basura.
Acciones como la reducción del uso de electricidad, el uso de medios de transporte sostenibles (andar a pie, en bici, en transporte público), reducir la basura que generamos (apuntando a zero waste), el uso de materiales sostenibles (por ejemplo en arquitectura y construcción), cambiar nuestros hábitos alimenticios (reducir el consumo de carne, comprar local y orgánico), hacer una mejor gestión del uso del agua (además de cuidar un recurso que se agota), proteger los diferentes hábitats y la naturaleza y preocuparnos por la equidad social; todas esas son cosas que están directa o indirectamente relacionadas con las emisiones que generamos, y por lo tanto con nuestro impacto personal en el cambio climático.
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Para cerrar, creo que es muy importante darle perspectiva al asunto, echarle una mirada crítica a lo que se acordó y hacer nuestro propio “acuerdo ciudadano”.
Los que firmaron el acuerdo fueron pesos pesados de la política. Los que decidirán si se ratifica son los gobiernos de cada país. Los que sí o sí asumen los cambios y los desafíos son los ciudadanos. El cambio climático no es un problema teórico que se discute sólo en elegantes oficinas, sino un problema práctico que hay que enfrentar con cada decisión de la vida cotidiana… lo que hace el acuerdo es reforzar esos cambios desde la perspectiva legal, y esos cambios legales sucederán más fácil y más rápido si nosotros ya hemos adelantado parte del trabajo y empezamos a entender que es necesario y urgente que ajustemos nuestros estilos de vida.
Las acciones personales pueden parecer pequeñas, pero —aunque a veces nos cueste creerlo— todo suma. No hay que esperar a las leyes para empezar a actuar: yo no robo, y no lo hago porque una ley me diga que no debo hacerlo sino porque respeto las propiedades ajenas como quiero que respeten las mías. Tampoco tengo que esperar una ley que castigue el maltrato animal para decidir que no quiero maltratarlos y hacer lo que está en mis manos para promover la idea de que los animales merecen respeto y vidas dignas, al igual que nosotros. Siguiendo esa lógica, realmente no necesito una ley que diga que debo comer menos carne o que debo usar más bicicleta y transporte público y menos carros particulares… puedo hacer esos cambios cuando yo quiera, y de esa manera estoy “abonando el terreno” para los cambios grandes que vendrán después.
No podemos olvidar que el cambio climático no es un desastre que viene y después se va, sino un cambio permanente y progresivo que va a transformar la vida como la conocemos. Lo que pase de aquí en adelante está en nuestras manos.
Te dejo con esta genial animación de Vox, que habla sobre la manera en la que entendemos el cambio climático. No tiene subtítulos en español pero hice un texto con la traducción y lo puedes descargar aquí.