Antes de decir cualquier cosa quiero hacer énfasis en que esta entrada puede ser importante tanto para hombres como para mujeres, pues si bien los chicos no serían usuarios directos, sí que se verían beneficiados por la comodidad que le traería a las chicas de su vida, y por supuesto, de un planeta con menos basura. Queda dicho, sigo adelante…
Hoy les quiero hablar de una de las mejores compras que he hecho en mi vida: la copa menstrual. Sé que muchas personas (particularmente los hombres, pero muchas mujeres también) sienten profunda incomodidad hablando de un tema que es tan cotidiano y tan natural… a esas personas les hago una simple recomendación: supérenlo. Las mujeres tenemos ciclos hormonales que producen cambios en varios órganos, esos cambios llevan a que se genere tejido y, si no hay un embarazo, ese tejido se expulsa. Es, de hecho, un proceso bonito. Todas las mujeres lo experimentamos gran parte de nuestras vidas, y todos —hombres y mujeres— nacimos del cuerpo de una mujer, gracias a la capacidad de ese cuerpo de generar ese tejido de manera sana, así que no tendría por qué haber misterio y muchísimo menos asco en torno a un proceso que está relacionado, en gran medida, con la base de nuestras propias vidas.
Yo debo confesar que solía ser una de esas personas que se ponían hiper-incómodas hablando de ciclos femeninos, y a pesar del gran progreso que he tenido en torno a mi propia incomodidad con el tema creo que de alguna manera hay facetas que no he superado. Por ejemplo, igual me sigue dando mucha angustia pensar en una posible mancha de sangre en la ropa que me ponga en evidencia ante toda la humanidad, y no soy como algunas mujeres que cuentan que usan su propio flujo menstrual para abonar sus plantas, así que tampoco es que esté precisamente a la vanguardia. Digamos que estoy en un punto medio en el que ya no me siento incómoda hablando del tema pero en que todavía no me siento psicológicamente preparada para afrontarlo con la apertura de mente que lo hacen otras mujeres. No sé si algún día llegaré a ese punto, pero por ahora, en el punto en el que estoy, me siento cómoda hablando sobre un objeto que cambió completamente la manera en la que me enfrento con MI propio ciclo.
Para empezar a explicar por qué es una de las mejores compras que he hecho en mi vida, creo que debo dar algo de contexto: el ciclo menstrual tiene una duración típica de 28 días, siendo aproximadamente 5 los días de sangrado. Con un flujo que esté dentro de los rangos promedio, una mujer debe usar entre 3 y 5 toallas higiénicas o tampones cada día de sangrado, es decir, entre 10 y 25 por cada ciclo. El ciclo menstrual empieza en promedio a los 12 años de edad y termina, también en promedio, a los 51 años; esto nos deja con 39 años de ciclos, o sea 468 ciclos con 5 días de sangrado, o sea 2.340 días de sangrado en los que se usan entre 7.020 y 11.700 toallas higiénicas o tampones. Las toallas higiénicas y los tampones son desechables, así que hay que comprar y comprar y comprar. Haciendo cuentas al precio de hoy (según el precio de venta en Colombia, que no sé cómo será en otros lugares), durante la vida, cada mujer debe gastar entre $6.318.000 (unos 2.243€) y $10.530.000 (3.740€ aprox.), usando como referencia las bolsitas de 10 toallas o las cajas de 10 tampones. Eso es UN MONTÓN de plata. Y ni las toallas ni los tampones son reciclables. Eso es UN MONTÓN de basura.
Esa fue mi principal motivación al momento de comprarla. Quería hacer menos basura. Quería una alternativa más amigable con el medio ambiente, y, para mi sorpresa, me encontré con que también es más amigable con mi cuerpo y con mi mente (y por qué no, con mi bolsillo). Y aquí les explico por qué:
Es más amigable con mi cuerpo porque las toallas y los tampones comerciales son fabricados con materiales sintéticos y han pasado por procesos de blanqueado que son irritantes para la piel (mas aún para ESA delicada piel). Como si fuera poco, muchas veces las toallas tienen fragancias que buscan esconder los malos olores que genera el flujo que absorben… y claro, es que una toalla se vuelve básicamente un contenedor de sangre en descomposición… no es un panorama sexi, pero definitivamente la solución no es ponerle perfume.
Los tampones no pintan una opción que sea mucho mejor que esa. Son objetos súper absorbentes que están cumpliendo con su tarea aún cuando no hay nada que absorber. Esto puede llevar a desequilibrar el delicado entorno vaginal, facilitando la aparición de infecciones. Por otro lado, el uso de tampones viene con el riesgo del síndrome de shock tóxico, un trastorno con un nombre tan intimidante que, a mí por lo menos, me mantuvo alejada de los tampones e hizo que los usara con una alta dosis de paranoia.
Es más amigable con mi mente porque me llevó a sentirme más cómoda con mi ciclo y a entenderlo mejor. Me obligó a enfrentarme con mi cuerpo y siento que eso me llevó a quererme y cuidarme más. Es tan cómoda y tan fácil de usar que hace que los días de sangrado pasen sin el sufrimiento del que prometen salvarnos los comerciales de toallas y tampones, y es tan segura que permite que haga todas mis actividades sin preocuparme por si me va a fallar. Ha cumplido 100% incluso en dos pruebas de fuego: rutinas (intensas) de yoga y clases (intensas) de natación. Son fabricadas con materiales que son inocuos para el cuerpo así que se puede tener hasta por 12 horas sin problema (lo cual evita la incomodidad de estar cambiándose todo el tiempo), y no genera irritaciones ni infecciones (obviamente partiendo de la idea de que se tienen en cuenta normas básicas de higiene). Por último, saber que estoy ahorrándole al planeta una montaña de basura me hace sentir bien y me hace sentir una mejor ciudadana del mundo.
Y lo de que sea más amigable con el bolsillo no es ninguna tontería. Claro, uno no tiene que sacar los 6 a 10 millones de pesos de un solo golpe, así que gastados en “goteo” no aparentan ser tanta plata… pero para muchísimas mujeres en el mundo incluso ese aparentemente pequeño gasto sigue siendo una barbaridad. Una copa menstrual puede parecer cara por $90.000 (30€), pero teniendo en cuenta que puede durar hasta 10 años, eso se traduce a un gasto de $750 por ciclo (aprox. 0.25€)… así que en un año de uso se recupera la inversión con respecto a lo que se gastaría en toallas higiénicas o tampones.
En resumen: un producto fácil de usar, súper barato (pensando a largo plazo), súper seguro, súper cómodo y que le ahorra montañas de basura al planeta, ¿qué más se puede pedir?