En el mundo hay cosas que nos gustan y que no nos gustan. Personas que nos caen bien y otras que difícilmente podemos soportar. Iniciativas que admiramos y que respetamos y otras que nos ponen los pelos de punta.
Esa información sobre cosas, hechos, personas e iniciativas llega a nosotros por diversos medios, y con la hiperconexión y las redes sociales eso suele pasar en proporciones que antes era imposible imaginar. Constantemente estamos siendo “bombardeados” con datos sobre cosas que amamos y que odiamos —y claro, también sobre cosas que nos son indiferentes— y frente a las cuales solemos tener una actitud más bien pasiva.
Con cierta frecuencia veo y oigo comentarios de personas que se quejan sobre la inutilidad de los “me gusta” de Facebook, o que cuestionan la aparente intención de activismo que hay en la publicación de ciertos contenidos.
Entiendo de dónde viene esa preocupación y la comparto parcialmente, pero creo que por hacer esa crítica veloz uno corre el peligro de ser injusto con otras realidades, generalizando e ignorando casos en que los “me gusta” y los “compartir” han sido el primer granito de arena. En todo caso es un tema complejo en el que no me quiero extender hoy, pero para ampliarlo un poco les recomiendo este artículo.
Lo curioso es que muchas de las personas que se quejan de esos “me gusta” y del activismo “facebookero” tampoco hacen nada más aparte de quejarse. Se escudan en la crítica y se convencen a sí mismos de que estar criticando todo y buscándole el lado malo a todo los convierte en una especie de faros morales en el mundo de las redes. Sigue siendo cierto fuera de las redes sociales; con frecuencia esas personas se ganan el respeto ciego de muchas otras sólo por el hecho de criticar… cuando entre ser criticón y tener una mirada crítica de la realidad hay un millón de kilómetros de distancia. Para tener una mirada crítica se requiere observación, sensibilidad, sensatez, y otras virtudes. Para ser criticón lo único que se necesita es falta de creatividad, un poco de amargura y algo de tiempo libre.
Siendo el mundo el lugar increíblemente diverso que es, siempre encontraremos cosas maravillosas y horribles en proporciones variables, y siempre tendremos varias opciones frente a esas realidades: podemos ser indiferentes o podemos ser proactivos. Podemos ser parte del cambio o parte de la masa inerte que consume información como papas fritas y no hace nada con ella. Podemos ser parte de la solución o parte del problema. Y ahí, para mí, aparece la disyuntiva entre promover y criticar.
Quiero aclarar que mi visión del asunto no es en blanco y negro. Sé que es posible promover cosas a través de la crítica y sé que se puede hacer crítica en el proceso de promover algo. Sé que difícilmente podemos quedarnos siempre en el mismo lugar y con el mismo punto de vista, y que en algunos temas uno puede tender más hacia un lado o el otro, o simplemente estar pasivo en algún lugar en medio.
También sé que hay críticas valiosas y que generan cambio y que hay personas que apoyan y promueven cosas aparentemente sin ningún criterio y que eso, por supuesto, suele ser contraproducente. Así que no estoy afirmando que criticar en sí mismo sea malo, o que promover sea intrínsecamente bueno. Entonces, para que todo sea más claro, sepan que me estoy refiriendo a la acción de criticar de manera pasiva (es decir, de quedarse sentado en casa renegando sobre lo mal que está esto o aquello) y a la acción de promover de manera crítica (o sea, obteniendo y analizando información que nos lleva a aprender cosas y a querer compartirlas con otras personas).
Es fácil caer en la trampa de la queja hueca, y creo que uno de nuestros principales problemas es la facilidad que tenemos para quejarnos y lo difícil que nos resulta hacer algo al respecto. ¿Cuántas veces por semana nos indigna alguna de las noticias que vemos? ¿Y cuántas veces llevamos esa indignación a algo concreto? Por eso planteo la idea de promover versus criticar: pienso que la crítica pasiva —o la queja hueca— es eso, una actitud pasiva, y de hecho a veces termina por atravesarse en el camino de quienes sí están tratando de hacer algo al respecto. En cambio, al promover, estoy formando parte de la solución.
No importa si la solución no la estoy planteando yo… ya hay un montón de iniciativas y de ideas que abordan mis preocupaciones y mis intereses, y mi apoyo (aun si a veces consiste sólo en compartir información en redes sociales) puede ser una manera de hacer la diferencia.
Así que aquí comparto una lista de 3 buenas razones para promover las cosas que nos gustan, en lugar de limitarnos a cuestionar las que no nos gustan.
1. Al promover las cosas que nos gustan, estamos invitando (directa o indirectamente) a otras personas a que las conozcan. Ese es un buen comienzo para formar redes y, digámoslo así, sembrar semillitas de cambio.
2. Promover algo que nos guste requiere que pasemos de la actitud pasiva del cuestionamiento y la crítica a la acción; en ese proceso aprendemos un montón de cosas, salimos de la zona de confort y nos convertimos en gestores de cambios.
3. Cuando descubrimos lo satisfactorio que es promover lo que nos gusta, generamos un efecto bola de nieve. Empezamos haciendo cambios pequeños que, a través del tiempo y de las conexiones con otras personas e iniciativas, se convierten en grandes cambio.
Para cerrar: pienso que en el acto de promover hay un matiz bonito, de apoyo, de trabajo en equipo, de creer en las ideas de otras personas y de evitar centrarse sólo en lo que está mal. No sólo funciona cuando se trata de problemas a los que les buscamos solución… funciona para todo. Pocas cosas son más satisfactorias que recibir un comentario positivo de un desconocido sobre un proyecto que uno tenga, por pequeño que sea.
Te lo digo yo, que se me ilumina el día cuando alguna de mis lectoras me escribe a contarme que le gusta el blog, o que lo que publico aquí le sirvió para aprender algo nuevo :)
Excelente Reflexión … Me Encanto el Articulo y me Tome la Atribución de Promoverlo en Facebook …
¡Hola Miguel! Me alegra mucho que te haya gustado. ¡Saludos y gracias por compatirlo!
Me encantó tu reflexión, totalmente de acuerdo. A veces se necesita de alguien como tú que te de el empujoncito. En general, me gusta muchísimo tu blog. Gracias.
¡Hola Ana! Me alegra mucho que te haya gustado, y que disfrutes lo que escribo en el blog. Gracias a ti por pasarte por aquí a leer. ¡Saludos!
Me encanta leerte, porque en cierto modo me leo a mí misma… Admiro esa capacidad que tienes para poner en palabras cosas que siento y no sé expresar. Muchas gracias, es muy reconfortante, de verdad.