Mi casa está llena de matas (plantas)… siempre lo ha estado. Cuando estaba muy pequeña mi abuela se encargaba de tener siempre bonitas las matas del patio, la terraza y el antejardín; mi mamá y mi tía también tenían las suyas (incluso hubo una oruga que se volvió mariposa en una de las matas de mi mamá), y cuando pienso en mi infancia siempre tengo recuerdos en los que estoy rodeada de plantas preciosas.
Desde hace muchos años soñaba con el momento en el que me estableciera en algún lugar, y pensaba en todas las matas que quería tener: saliendo por la ventana, colgadas del techo, encima de todos los muebles. Ahora, a pesar de mis gatas (algunos de ustedes entenderán la complicada combinación gatos-plantas), por fin tengo mi propio jardín; no es un jardín como el de mi abuela pero por algo se empieza. Tampoco es legalmente un jardín… vivir en un séptimo piso tiene sus desventajas, pero me las he arreglado para llenar poco a poco mi hogar con matas grandes, pequeñas, con y sin flores, cada una más bonita que la otra hasta el infinito. Sí. Estoy muy orgullosa de mis matas, y también —debo aceptarlo— de mí misma por haber aprendido a cuidarlas.
Sé que muchas personas comparten mi gusto por las matas (curiosamente suelen ser mujeres), y muchos también, como yo, se llenan de orgullo cuando les dicen “tienes unas matas muy bonitas”. Sin embargo, y tal vez porque todos tenemos contacto diario con ellas, muchas veces nos acostumbramos a su presencia y dejamos que su belleza y sus bondades nos pasen desapercibidas.
¿Alguna vez te has detenido a pensar qué sería de nosotros sin las plantas? Muchísimas cosas de las que usamos todos los días tienen su origen en las plantas: el papel, el algodón, el lino, el café, el té, el chocolate, muchos componentes medicinales, el aceite para cocinar, las especias y por supuesto ¡la comida! Gracias a las plantas tenemos libros, cuadernos, hojas en las que escribimos cartas, en las que hacemos dibujos; gracias a las plantas nos vestimos y nos protegemos del frío y del sol, gracias a ellas podemos curar muchas enfermedades y controlar muchos síntomas, y cómo no, gracias a ellas comemos. También es cierto para las personas que creen comer pocas plantas, pues hasta los productos alimenticios más procesados contienen al menos algo de maíz, trigo o soya, e incluso la carne, para llegar a un plato, tuvo antes que ser vaca (o gallina, o pez, o cerdo o lo que sea) y tuvo que alimentarse de plantas.
¿Será que se me olvida algo? Ah, claro… también hacen oxígeno. A las plantas les debemos nada más y nada menos que el aire que respiramos.
Si todavía no los he convencido de lo buena compañía que son las plantas, aquí va una lista de ventajas:
- Son lindas, y le dan vida hasta a los lugares más aburridos.
- Son seres vivos que requieren cuidados realmente simples, y que hacen que aprendamos a ver la enorme diversidad de manifestaciones de vida que tiene la naturaleza.
- Son una buena manera de prepararse para asumir responsabilidades más grandes, como adoptar un animal de compañía.
- Son pequeños universos. Dependiendo de las matas que tengas vas a ver que la visitan hormigas, abejas, lagartijas; en la tierra nacen otras plantas, crecen hongos, etc.
- Al cuidarlas, uno aprende a disfrutar cosas que para otras personas pueden ser insignificantes. Yo, por ejemplo, disfruto echarles agua con un atomizador mientras me imagino lo contentas que se ponen… como cuando uno tiene mucho calor y hay algo de brisa.
- Hacen oxígeno. Ya lo dije, pero es que es tan importante y tan básico que definitivamente hay que repetirlo.
A propósito de ese último punto: como sabrás (tal vez lo recuerdes de las clases de biología del colegio), el ciclo del oxígeno en las plantas depende de la fotosíntesis. De día, aprovechando la luz del sol, las plantas “comen” dióxido de carbono y lo transforman en oxígeno, de esta manera limpian el aire. En la noche, como nosotros, “respiran” oxígeno y generan dióxido de carbono.
Existe una creencia popular que dice que es malo dormir con plantas en la pieza o tener muchas en la casa porque nos roban el oxígeno por la noche. Si eso fuera cierto tampoco podríamos dormir en la misma pieza con otra persona, pues de hecho los humanos consumimos mucho más oxígeno que el que consumen las plantas en la noche. Así que si sacaste las maticas de la pieza porque te roban el oxígeno, hay que sacar también al novio/novia/esposa/marido. También, si eso fuera cierto, todos los animales que viven en selvas o bosques morirían asfixiados o envenenados con CO2… cuando la verdad es que tienen pulmones mucho más sanos que los nuestros.
Y ya para cerrar te dejo este video que encontré con un time lapse de unas plantitas creciendo al lado de la ventana. Si alguien cree que las plantas no se mueven, este es un buen punto para empezar a borrar esa idea de la cabeza.
“El hombre cree que las plantas no se mueven ni sienten porque no se toma el tiempo suficiente para observarlas”
– Raoul Francé –