La navidad es un período de felicidad y celebración para unos, de tristeza y nostalgia para otros, de ansiedad y estrés para otros más. La odies o la ames, hay algo sobre la navidad que es indiscutible: es una época en la que las grandes compañías se llenan sus —ya rebosantes— bolsillos mientras la gente “normal” se llena de deudas, tratando de mantenerse a la altura de las expectativas de una fecha que empezó como una celebración religiosa y se convirtió en una megamaratón de consumo casi siempre irresponsable, excesos y derroche.
En las últimas décadas los cambios han sido evidentes. Las tradiciones de otros países (en concreto las tradiciones estadounidenses) han empezado a reemplazar muchas de las tradiciones locales; muchos hemos podido ver el cambio con nuestros propios ojos: en Colombia, por ejemplo, se pasó de adornar la casa con un pesebre donde estaba el establo, los reyes magos, y había desiertos, montañas y casas y animales sin ninguna relación de proporción, a usar árboles de navidad gigantescos, nieve falsa en las ventanas (¡en un país tropical!), renos, muñecos de nieve y viejos gordos vestidos de rojo y blanco.
Los centros comerciales han sido los primeros en aprovechar la “fiebre” por las tradiciones importadas y la supuesta carencia de entornos “aptos” para celebrarlas (léase pistas de hielo, nieve sintética, etc), atrayendo a los incautos que entran con ganas de disfrutar un entorno de película y salen con un montón de bolsas y unos cuantos miles o millones en deudas, y de paso generando montañas de basura y de desechos que, para colmo de males, en la gran mayoría de los casos no son reciclables.
También se han internacionalizado conceptos como el Viernes Negro (para los que no sepan y requieran el contexto, el Viernes Negro o “Black Friday” se celebra un día después del tradicional día de acción de gracias en EEUU) y el Ciberlunes, y cada vez es más común ver que los comercios locales aprovechan el hambre de consumo que invade a las multitudes en ésta época, lanzando nuevos productos, ofreciendo descuentos y usando otro montón de ganchos que les permita sacar el máximo provecho de la obligación moral que siente la mayoría de la gente con respecto a dar regalos. Con respecto al Viernes Negro, un par de datos para dar perspectiva:
- Para el Viernes Negro de 2014, se esperaba que los estadounidenses gastaran 13 mil millones de dólares. Esto en un solo día, en un solo país.
- Para el fin de semana que sigue al viernes negro, se esperaba que los gastos fueran de 36 mil millones de dólares.
Antes de pasar a otro asunto, les comparto una triste y real definición de Viernes Negro que encontré a través de The Minimalists:
“El Viernes Negro es el día en que atropellamos a otras personas para comprar cosas que no necesitamos, justo el día después de estar agradecidos por lo que tenemos”
Entonces, volviendo al tema: ¿pienso que la navidad es mala? No. La navidad, como la tecnología, es un concepto inanimado que no toma decisiones, así que el resultado depende 100% de lo que hagamos nosotros de ella, y esa es una buena noticia. Si te gustan las celebraciones de la navidad no tienes por qué dejar de disfrutarlas, y —aunque parezca imposible— puedes hacerlo sin excesos, derroche, y siendo un consumidor responsable.
3 tips para evitar el derroche y hacer un consumo más responsable en ésta época.
1- Revisa lo que piensas sobre la navidad
Es posible que tengamos buenos recuerdos de la época navideña en la infancia, relacionados con recibir regalos y juguetes con los que soñábamos el resto del año… pero también muchas personas tienen recuerdos muy tristes por esa misma razón. Es posible que sus familias no tuvieran dinero para comprar los regalos que ellos pedían, o que hayan estado pasando por situaciones difíciles que hicieron que tuvieran que enfocarse en otras actividades y gastar el dinero de otra manera.
La navidad, como la mayoría de fechas “especiales” genera una marea de expectativas que sólo poquísimas veces pueden ser alcanzadas, lo que significa que la mayor parte del tiempo la sensación de las personas es de frustración: no pude dar el regalo que quería dar, no tuve suficiente dinero para darle regalo a todas las personas que son importantes para mí, no recibí los regalos que estaba esperando, la cena de navidad que planeé con mi familia no salió como esperaba, etc. No tendría por qué ser así. Si algo tiene de bonito la navidad es que es la época en la que la gente se reúne, en que las familias se reencuentran, en las que vuelven los amigos que viven lejos. ¿Por qué tienen que ser importantes los objetos o el lujo de las comidas? La presencia de nuestros seres queridos puede ser el mejor regalo, y el mejor motivo para celebrar. Y también lo puede ser la soledad, no importa si todos los anuncios dicen lo contrario.
Gran parte de las ideas que tenemos sobre la navidad vienen de los anuncios comerciales más que de los verdaderos orígenes de la celebración… y ese es una pésima fuente de inspiración para construir nuestras expectativas. Recuerda que los anuncios comerciales son eso: comerciales. No buscan mejorar tu vida ni ayudarte a ver otras perspectivas del mundo, quieren venderte más cosas y ya está.
2- Identifica los puntos “problemáticos”
La navidad se ha convertido en una de las fechas ideales para generar ventas, y a la larga, por supuesto, desechos y basura. Es por excelencia la época del consumo, el exceso y el derroche. Se espera que la gente se reúna a comer por montones, así que se cocina para un batallón aunque sólo vayan a comer 10 personas… ¿y el resto de la comida? Lo que se puede usar al otro día, se usa (a veces); el resto: a la basura. Pocas personas tienen suficientes platos para atender grandes banquetes, así que se venden vajillas y juegos de cubiertos, y también toneladas de productos desechables (porque no nos digamos mentiras, las ganas de celebrar siempre son mayores que las ganas de ordenar el caos que queda después).
Se espera también que la gente se emborrache, porque ¿a quién se le ocurre celebrar sin alcohol? (por favor léase en tono sarcástico), así que se venden miles de millones de litros de licor, y por extensión, miles de millones de productos que sirvan para aliviar la resaca. Se espera que la gente dé regalos, que todos demos regalos, a los amigos, la familia, los compañeros de trabajo, los vecinos… y la lista sigue.
Si revisamos bien la lista, lo más seguro es que haya un mayor porcentaje de personas a las que NO les queremos dar regalos (no nos sale del corazón), pero simplemente nos sentimos obligados a hacerlo; y a esa gente, lo más posible, es que la conozcamos más bien poco, así que lo más probable es que les vamos a dar algo que no les sirve y no les gusta, y que va a terminar en la basura o (en el mejor de los casos) reciclado como regalo para otra persona. Todos esos regalos deben estar impecablemente empacados en kilómetros de papel de colores, con listones y moños, y tarjetas con nuestro nombre en un “de: Fulanito, para: Menganita).
¿Es realmente necesario todo esto? ¿O está todo más bien conectado con el punto anterior, y las expectativas generadas por el entorno comercial? ¿Qué tal si te planteas una navidad con cantidades de comida sensatas, un par de buenas cervezas o un buen vino (sin necesidad de quedar inconsciente y someterse a los peligros del exceso de alcohol), y unos cuantos buenos regalos bien seleccionados para las personas a las que realmente les quieres dar algo que venga del corazón?
3- Elige de manera consciente tus regalos y tus maneras de celebrar
Siguiendo la lógica de los dos puntos anteriores, piensa en cuáles son las cosas que realmente vale la pena celebrar, y cómo. No tienes que montar un espectáculo privado de juegos pirotécnicos para mostrar tu felicidad (así de paso evitas el sufrimiento y la muerte de miles de animales), tampoco tienes que hacer banquetes que terminen en kilos de comida desechada, y definitivamente no es necesario que caigas presa de las estrategias de mercadeo para comprar todos los últimos gadgets y dar todos los regalos más rimbombantes.
La verdad es que puedes seguir disfrutando la navidad a pesar de evitar los excesos que se han asociado a su celebración si piensas en cuáles son las verdaderas prioridades, si vuelves a lo básico. Celebrar en familia y demostrar afecto a través de regalos es válido, y lo puedes hacer de manera consciente. Por ejemplo puedes plantearte cuántos regalos-objeto pueden ser reemplazados por regalos-experiencia… en lugar de regalar una pijama, un mug, o cualquiera de esas cosas que funcionan como regalo predeterminado, ¿qué tal si regalas un vale para una clase de cocina o de baile? ¿O si regalas una cena, cocinada por ti mismo? ¿O un paseo corto en el que tú seas el guía y el destino sea un picnic en el parque? ¿Qué tal si, en lugar de comprar cosas hechas en China (probablemente fabricadas por un trabajador sobre-explotado) regalas algo hecho con tus propias manos? Un dibujo, una carta, una planta sembrada por ti.
Esos regalos sí que tienen sentido y sentimiento, y puede que no sirvan para llenar de cajas brillantes la base del árbol de navidad, pero 100% garantizado que te conectarán mejor con las personas que los reciben.
Bueno, ¿y las otras personas? ¿qué pasa con los regalos “obligatorios? ¿esos que se dan a los compañeros de trabajo, o a los amigos que no son tan cercanos, o a los familiares que ni te caen bien? Pues esos no hay que darlos. Ninguna tradición tendría que significar que estés obligado a darle algo a alguien… un regalo no tiene ningún sentido si lo das por obligación, así que vale la pena replantear esa idea. Algunas personas seguro se van a molestar, pero ¿cuál es el problema? Al final, si más personas pensaran de esta manera, en algún momento todos nos sentiríamos aliviados de no tener que pensar que una fecha es un compromiso para regalar objetos sin sentido… es más, ¿por qué dar los regalos en navidad?
Si quieres mostrarle tu afecto a alguien, tienes otros 364 días para hacerlo por medio de la buena compañía, el buen trato, el respeto y el interés genuino en su bienestar. Después de todo el afecto no se demuestra con objetos :)