3 viajes indispensables + algunas ideas para que sacarles el máximo provecho

3 viajes indispensables (+ algunos tips para sacarles el máximo provecho)

Me encanta viajar. He visitado lugares increíbles, he tenido experiencias que a veces parecen sacadas de un libro o una película de aventura y he aprendido cosas de mí misma y del planeta que difícilmente hubiera aprendido si hubiera estado quieta siempre en el mismo lugar.

Siento que hay algo mágico detrás de la posibilidad de moverse, sea a pequeña o a gran escala: el hecho de que podamos mover los dedos de las manos y los pies, que podamos levantar los brazos y también levantar las cejas todo gracias a un cableado hiper-complejo que conecta todas y cada una de las partes de nuestro cuerpo… es digno de considerarse magia, en el mejor sentido de la palabra. El que podamos visitar países que están al otro lado del mundo en una máquina que vuela y que podamos sumergirnos en el universo acuático mientras seguimos respirando aire son cosas que ahora damos por sentado, pero que a la gente de siglos pasados le hubiera parecido imposible.

Hay miles —tal vez millones— de guías digitales e impresas que hablan sobre los destinos imperdibles del momento, los pueblos y ciudades que se van poniendo de moda, las escapadas románticas y/o de aventura más exóticas, las mejores playas, los restaurantes y hostales recomendados. Sin embargo ninguna de esas guías te enseña realmente a viajar, porque para viajar no hay fórmulas y los secretos de cada viaje dependen directamente del viajero y de lo que lleve en la cabeza.

Las recomendaciones de viaje siempre vienen bien, claro, y especialmente cuando vienen de alguien con quien uno comparte intereses y sensibilidades, pero al final la experiencia va a ser única para cada persona, y eso es lo bonito de viajar. No existen dos personas en el planeta que hayan experimentado el mismo lugar de la misma manera, aunque lo hayan visto el mismo día y a la misma hora.

Pero hoy no voy a hablar de destinos exóticos, pueblos coloridos, montañas selváticas o islas volcánicas. Hoy quiero hablar sobre tres viajes que no sólo se pueden hacer en cualquier momento sino que se deberían hacer con mucha frecuencia. No necesitas visas, pasaporte, maletas ni plata… y sin embargo te darán tanto por explorar que podrás disfrutarlos durante horas. Aquí van:

Viaje 1: Ahora mismo

Ahora mismo. Ya. El presente. Es lo único que realmente existe y sin embargo nos olvidamos constantemente de él, mientras gastamos todas nuestras energías enfocándonos en lo que ya pasó o en lo que tal vez pasará. Éste no es un viaje fácil, pero es absolutamente necesario si no quieres que llegue un momento en el que te des cuenta que toda tu vida te pasó por el lado y nunca estuviste realmente ahí para vivirla.

¿Cuántas conversaciones tienes con tus amigos en las que realmente estás pensando en otra cosa? ¿Con qué frecuencia sientes que le dedicaste horas a recrear una conversación que pasó, analizando lo que pudiste o debiste decir a pesar de que ya no puedes hacer nada para cambiarla? ¿Cuántas veces al día te preocupas innecesariamente por cosas que pueden pasar, y que finalmente no pasan?

Para viajar al ahora mismo, te propongo tres estaciones:

1. Enfócate en el sonido. Darle a tu cerebro la tarea de que escuche con atención todo lo que pasa a tu alrededor es una manera amable de traerlo al presente. Cuando estés siendo consciente del universo sonoro que te rodea, empieza a enfocarte uno a uno en los diferentes sonidos, no importa si vienen de un motor de un carro, un grupo de niños jugando o un bicho volando… lo que estamos buscando no es un concierto, sino simplemente una excusa para que tu mente explore el presente.

2. Siente tu respiración. La respiración, como el presente, es algo que siempre está ahí y no dedicamos mucho tiempo a pensar en ella. Pero es esencial. Tu cuerpo tiene la capacidad de hacer que funcione de manera involuntaria y a través de ella nutre de oxígeno cada tejido, cada célula. Respira profundo, siente cómo se expanden los pulmones y cómo se encogen, observa el movimiento, siéntelo con las manos, óyelo. Dedícale un rato a ese movimiento que te mantiene viva/o pero que normalmente ignoras.

3. “Escanea” tu cuerpo. Haz un recorrido mental desde la coronilla hasta la punta de tus pies. Piensa en el funcionamiento de cada parte que recorres y hazle el cariño mental de agradecerle por estar ahí y por mantenerte viva/o y sana/o.

Viaje 2: Uno mismo

Con uno mismo pasa como con ahora mismo… siempre están ahí, pero pocas veces se les presta atención. Se les da por hecho. Con el viaje a uno mismo no me refiero a nada egocéntrico ni narcicista, al contrario: pienso que es importante ser conscientes de quiénes somos, cómo somos y cómo nos sentimos para aprender a habitar mejor el planeta y a relacionarnos mejor con todo lo que nos rodea. Para este viaje te recomiendo dos medios de transporte:

1. Hazte un masaje. Tú misma/o, no se vale pedirle el favor a alguien o pagar porque te lo hagan… por más que eso se disfrute, en este momento lo que buscamos es conectarnos con nuestro propio cuerpo. No tiene que ser un masaje elaborado, puede consistir simplemente en que te sientes a tocarte los pies (¡casi siempre los tenemos tan olvidados!), o antes de dormir le puedes dedicar un rato a masajear tu cuero cabelludo, o después de ducharte puedes hacer de la aplicación del humectante un ritual de auto-reconocimiento y de mimos.

2. Escribe, al menos un poco. Pocas cosas te pueden dar una perspectiva más clara de lo que pasa en tu cabeza y en tu corazón que escribir un diario, y, aunque contradiga su nombre, no tienes que hacerlo a diario. Dedica un par de días a la semana a escribir sobre lo que sientes y lo que piensas, y en unas cuantas semanas ya vas a ser capaz de identificar con mayor claridad las cosas que te molestan, las que te estimulan, las que te sensibilizan… los temas recurrentes. Con ese mapa va a ser mucho más fácil que te conozcas, y por lo tanto, que te entiendas y te cuides.

Viaje 3: El pellejo de los demás

Otro viaje que considero esencial para obtener nuevas perspectivas es uno que hace que veamos al mundo desde otros ojos, que lo sintamos desde otra piel. Nuestros días pasan tan aprisa que, además de olvidarnos del presente y de nosotros mismos, muchas veces también nos olvidamos de los demás. Cada quien tiene su historia, sus miedos, sus convicciones, sus dolores y sus alegrías, y es súper enriquecedor saber qué es lo que pasa en otras vidas. Viene a ser como una reencarnación no-esotérica, que te permite —hasta cierto punto— experimentar la vida desde la vida de alguien más.

Nótese que hablé de pellejo y no de zapatos (en Colombia, al menos, la expresión que se suele usar es “ponerse en los zapatos de los demás”). La uso así porque no todos tenemos zapatos, pero todos tenemos pellejo, así que en este viaje incluyo a todos los seres humanos y también a los animales, y también, por qué no, a las plantas. Tratar de entender la alegría y el disfrute, o el miedo y el dolor que está experimentando otro ser vivo puede ser una experiencia reveladora, y posiblemente una de las más transformadoras que puedas tener. Para sacarle el máximo provecho a este viaje te recomiendo dos rutas:

1. Piensa en el otro de manera íntegra. Muchas veces nos enfocamos sólo en algunos aspectos de los demás. Vemos a una persona enojada y nos quedamos estancados en su enojo, vemos un perro nervioso y seguimos de largo, vemos una vaca en un camión que va rumbo al matadero y preferimos mirar a otro lado. Reconocer a los demás como seres complejos es la base para la tolerancia y el respeto.

El enojo no es gratuito: algo lo provocó, y esa persona puede estar atravesando por momentos muy difíciles que le impiden lidiar con su enojo. El miedo no es injustificado: algo lo generó, y puede ser que ese perro ha sufrido tanto maltrato que ahora le teme a todo lo que se mueva. La vida no se vende, la vaca es un ser tan valioso como cualquier otro y sin embargo hemos trivializado su existencia a lo largo de generaciones por nuestro propio beneficio.

Pensar en los demás a veces no es cómodo, pero es necesario para tener una comprensión más amplia de lo que pasa a nuestro alrededor.

2. Mírate desde afuera. Suena al revés… ¿por qué vas a mirarte a ti misma/o si estás tratando de ponerte en el pellejo de los demás? Pues porque tú eres parte de “los demás” de alguien. Mucha gente no te conoce y no es sensible a lo que te pase o te deje de pasar. Cuando estás enojada/o piensas que tiene justificación y que los otros lo deben entender, porque tú tienes claro cuál fue la raíz del enojo. Cuando tienes miedo esperas comprensión y protección, y cuando estás en peligro esperas compasión y ayuda.

Desde adentro todo eso es obvio, porque sabemos (más o menos) lo que necesitamos… ¿pero cómo se ven tus necesidades, tus caprichos y tus miedos desde afuera? Tener consciencia de lo insignificantes que pueden ser nuestras preocupaciones para otros puede ser una manera poderosa de incentivar nuestra empatía, entendiendo que esa comprensión externa es vital para el funcionamiento de las comunidades y para la convivencia armoniosa con todos los seres del planeta.

 

Para cerrar, te dejo esta frase que me gusta mucho:

El único verdadero viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en mirar con nuevos ojos. 

— Marcel Proust